“Juventud sin épica, juventud rebelde” por Juan Rodríguez en El Mercurio

Con 24 años, la chilena Constanza Gutiérrez publica su primera novela, “Incompetentes”, el retrato de un grupo de adolescentes, no triunfadores, durante la toma de su colegio.  
Juan Rodríguez M. Si el éxito, el triunfo, el emprendimiento, el activismo son el imperativo social; la resistencia a ese orden, el disturbio, la subversión, ¿no debería habitar en el fracaso, la apatía, la incompetencia, en la inutilidad? ¿O personas así solo serían desechos de la civilización? ¿Restos? ¿Pruebas del triunfo del “sistema”?

Constanza Gutiérrez es chilena, chilota, licenciada en Literatura, tiene 24 años, en 2011 ganó el Premio Roberto Bolaño con su cuento “Arizona”, y en 2013 -con otro relato, “Las cinco de la tarde en algún lado”- el Primer Concurso Literario sobre la Ilegalidad de la Marihuana en Chile. Ahora publica su primera novela, “Incompetentes” (La Pollera), elogiada por críticos como Rodrigo Pinto -“es una demostración de que se puede escribir bien, con naturalidad y cuidado, sin innecesarios alardes metaliterarios”- y escritores como Diego Zúñiga. En ella pone en escena, precisamente, a un grupo de inútiles, o de “incompetentes”, como anuncia el título.

¿A qué escritores se siente cercana? Nunca lo ha pensado, dice -“supongo que porque aún no logro pensar en mí como ‘escritora'”-, pero sí tiene claro que admira a Alejandro Zambra -“mucho, mucho”-, a Diego Zúñiga, Juan Pablo Roncone, Daniel Villalobos -“su libro ‘Sur’ me gustó un montón”-. “También a León Álamos, que hace poco publicó un libro de cuentos llamado ‘Discocamping'”. Además de las letras de cantautores como Alex Anwandter y Milton Mahan.

Sin compromisos

A pesar de que “Incompetentes” está situado en una toma, lo que rige a los estudiantes es el desinterés: por las asambleas, por el futuro, por la comida que se preparan. La narradora y protagonista es Laura, quien nos habla de ella, de sus compañeros y de un día a día ajeno a toda épica o entusiasmo; ajeno, también, a toda presencia adulta.

¿Qué es lo que provoca esa desafección? “En realidad, la toma de los niños del libro no tiene nada que ver con compromisos políticos”, explica Gutiérrez. “El colegio es uno de esos que recibe a los expulsados de otros y los protagonistas no están interesados en hacer valer ningún derecho, solo se aprovecharon del pánico, de que otros alumnos, en otros colegios, lo estaban haciendo. Querían un lugar para esconderse del resto, nada más, y las ganas de ocultarse vienen de que nadie los tome en cuenta. Si nadie te quiere aceptar en un club, con el tiempo puedes generar cierto orgullo marginal y no querer ver a sus miembros nunca más. Eso es”.

Unas palabras de Laura definen, quizá, la atmósfera: “Al final, y por mucho que uno se queje, se abraza la miseria como se abraza cualquier cosa en la que hayamos sido criados: por la fuerza de la costumbre”. Una visión que Gutiérrez no comparte “para nada”. “Sí creo que es difícil desasirse de cosas con las que te machacaron desde niño -a eso se refería el fragmento, a la manera en que te educaron- y que desaprender es un proceso bastante largo y difícil”.

– ¿Qué deberían desaprender los personajes de tu novela?

“Bueno, son varios personajes. Son distintos. En general, estaría bueno que supieran que el colegio da lo mismo y que sacarse malas notas no dice nada de ellos más que el hecho de que no están preocupados por eso. Pero seguro lo saben, por algo se encerraron. Los que no lo saben son sus papás y sus profes”.

“Migajas filosóficas o un poco de filosofía chilena” por Juan Ignacio Rodríguez en El Mercurio

Parafraseamos a Kierkegaard para titular esta revisión de libros publicados en 2014 por filósofos chilenos (o extranjeros radicados en Chile). Un pan con partes de estética, ética y bioética; también política; sorpresas -Mike Wilson escribiendo sobre Wittgenstein-; consagrados como Roberto Torretti; un pseudónimo, e interpretaciones de Husserl, Heidegger, Ortega, Zambrano y Derrida.  
Juan Rodríguez M. ESTUDIOS FILOSÓFICOS 2011-2014

ROBERTO TORRETTI.

Universidad Diego Portales,

Santiago, 2014, 279 páginas.

Kant, historicismo, verdad, ciencia, pragmatismo, relativismo moral, Fichte, Nicolás Gómez Dávila. El cuarto volumen de los “Estudios filosóficos” de Roberto Torretti entrega una buena muestra del pensamiento de este filósofo. Y hasta es útil: quienes, para criticar a la ciencia, se refieren a ella como un pensamiento clausurador, determinista, que define lo que es o no es cierto y cuestiones por el estilo, deberían leerlo para ponerse al día, por ejemplo, de un proceso anterior al derrumbe decimonónico de las jerarquías de valores; a saber, la pérdida de la certeza: “Este proceso se inicia antes de 1830 con la invención de las geometrías no euclidianas, pero cobra vuelo después de 1900, con el advenimiento de la física relativista y de la física cuántica, mientras que la ambición de hallarle un fundamento inconmovible a la matemática pura sufre varios contratiempos hasta naufragar, diría yo, finalmente con la prueba de la independencia de la hipótesis del continuo publicada por Paul Cohen hace medio siglo”.

MARÍA ZAMBRANO:

RE-HUMANIZACIÓN DE LA FILOSOFÍA

FELÍCITAS VALENZUELA BOUSQUET.

Escaparate, Concepción, 2014, 277 páginas.

Si la filosofía iberoamericana no es muy estudiada por estos lados, imagine lo que ocurre con una filósofa; en esta caso, la española María Zambrano. Esa sola situación hace valioso el esfuerzo de la “Profesora de Estado en filosofía” y ex docente de la U. de Concepción, Felícitas Valenzuela (autora de “Hannah Arendt: amor mundi: narrar-comprender-juzgar”). Valenzuela muestra que Zambrano no solo cuestiona la razón moderna en favor de una “razón poética”; sino que lo hace porque fue víctima del fracaso de la primera: del fascismo, de la dictadura franquista que la obligó a exiliarse. La autora habla de las tres seducciones de Zambrano que, se intuye, seducen a la propia Valenzuela: la afirmación de una razón poética, la reflexión sobre España y el imperativo de humanizar la historia, la política, y la vida de cada cual.

WITTGENSTEIN Y EL SENTIDO

TÁCITO DE LAS COSAS

MIKE WILSON.

Orjikh, Santiago, 2014, 88 páginas.

Cuando Wittgenstein escribe que de lo que no se puede hablar es mejor callar, se puede entender que el asunto de la filosofía es determinar aquello de lo que se puede hablar, y declarar el resto como absurdo. O sea, se puede fundar el empirismo lógico. O se puede entender que lo importante, el sentido, lo místico está más allá del conocimiento y que, por lo tanto, no hay que volverle la espalda, sino liberar nuestra cabeza de problemas artificiales (básicamente toda la filosofía) para dejar paso a la vida, “al sentido tácito de las cosas”; al silencio y la actividad. O sea, la inquietud de Wittgentein, a lo largo de toda su obra, sería existencial, no epistémica (“No es lo místico cómo sea el mundo, sino que sea el mundo”). Mostrar que eso es así es lo que ensaya Mike Wilson. Sí, Mike Wilson: el escritor, autor de ficciones como “Zombie” y “Leñador”, que con este libro se pasó a la filosofía.

NATURALEZA MUERTA

VICENTE SERRANO.

Universidad de Valparaíso,

Valparaíso, 2014, 200 páginas.

Murió Dios, murió el hombre. Pero, antes, murió la naturaleza, y de sus restos nacieron la estética y el arte moderno o, simplemente, la modernidad; o sea, el mundo desde la “revolución copernicana” hasta el presente y contando. Así podría resumirse este ensayo del filósofo español Vicente Serrano, profesor de la Universidad Austral. La pregunta que intenta responder el también autor de “La herida de Spinoza” (premio Anagrama), es tan simple como grande: ¿por qué el arte dejó de imitar a la naturaleza? Y en el intento de responderla pasa por Descartes, Shakespeare, Cervantes, Baudelaire, Nietzsche, entre otros; hasta desembocar en la posmodernidad.

LOS FILÓSOFOS ESTOICOS. ONTOLOGÍA, LÓGICA, FÍSICA Y ÉTICA

MARCELO D. BOERI y RICARDO SALLES (traducción, comentaros, edición y notas).

Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2014, 881 páginas.

La mayor parte de las obras estoicas se perdió. De la época imperial romana sobreviven algunas (Séneca, Epicteto, Marco Aurelio), pero de los anteriores no hay casi nada. De modo que las fuentes son indirectas: otros escritores, muchos de ellos hostiles, que refieren sus doctrinas (Plutarco, Cicerón, Sexto Empírico, entre otros). Y aun así influyeron en filósofos como Plotino, Agustín, Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche y Deleuze. ¿Por qué? El rico material que ofrece este libro puede responder; por ejemplo: “Cuando el hálito connatural parte el animal muere; por lo tanto, el hálito connatural es un cuerpo. Por consiguiente, el alma es un cuerpo”. O: “dios, el pensamiento, el destino y Zeus son una sola cosa que recibe muy diversas denominaciones”. Al menos en nuestro idioma, el libro de Boeri (argentino, profesor de la U. Alberto Hurtado) y Salles (mexicano, investigador de la U. Nacional Autónoma de México) debiera ser referencia para quien quiera estudiar a los estoicos: encontrará en sus páginas una selección tematizada (“las partes de la filosofía”, “ontología”, “lógica”, “física” y “ética”) comentada, con aparato crítico y las versiones originales en griego y latín, de la “evidencia textual” del estoicismo; y fragmentos de Séneca, Musonio Rufo, Epicteto y Marco Aurelio. (El libro será lanzado este jueves, a las 18: 30 hrs. en el Auditorio Edificio Alberto Hurtado: Almirante Barroso 10).

ORTEGA, RENAN

Y LA IDEA DE NACIÓN

JORGE ACEVEDO

GUERRA.

Universitaria, Santiago, 2014, 114 páginas.

HEIDEGGER: EXISTIR

EN LA ERA TÉCNICA

JORGE ACEVEDO

GUERRA.

Universidad Diego Portales, Santiago, 2014, 438 páginas.

Jorge Acevedo, filósofo de la Universidad de Chile, ha estudiado durante décadas el pensamiento de Martin Heideggar y el de José Ortega y Gasset. De modo que estos libros son dos frutos más de esa labor. En el primero, Acevedo toma una contingencia, el bicentenario de Chile, para reflexionar, de la mano de Ortega y el historiador Ernest Renan, sobre el concepto de nación: “Si nos interesa rememorar el nacimiento de la nación es porque, en el fondo, nos interesa apoyarnos en los dos siglos transcurridos desde ese momento para enfrentar el futuro, lo esencialmente problemático”. En el caso del segundo libro, Acevedo se apropia de la “meditación” heideggeriana sobre la esencia de la técnica para hacernos conscientes de lo que ocurre en nuestro mundo (“un radical desequilibrio ecológico”) y en nuestra vida personal; eso le permite refexionar, entre otras cosas, sobre la filosofía, el diálogo entre Occidente y Oriente, la verdad, la “Apatía en Chile”, la razón lúdica (Cristóbal Holzapfel), la razón poética (María Zambrano), el arte contemporáneo, la ciencia, la historia y mayo del 68.

EL ORIGEN DEL SENTIDO.

HUSSERL, HEIDEGGER, DERRIDA

ANDREA POTESTÀ.

Metales Pesados, Santiago, 2014, 267 páginas.

Lo que se propone este libro es, ni más ni menos, hacer frente o, mejor, reiterar, volverse a ” la pregunta con la cual empieza la filosofía misma y de la cual la filosofía nunca salió (y nunca podrá verdaderamente salir)”. A saber, la pregunta “sobre el origen del sentido”.¿Desde dónde viene el sentido de algo?, ¿de un mundo de las ideas, de un modelo ideal, previo, que nos permite decir que algo es esto o esto otro? ¿O de la “praxis viviente”? Para abordar el asunto, Potestà (italiano, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile), deconstruye -de la mano de Husserl, Heidegger y Derrida- la tradición dualista que inaugura Platón.

CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDAD,

CREACIÓN DE SENTIDO

CARLOS RUIZ y

MARCOS GARCÍA DE LA HUERTA.

Universitaria, Santiago, 2014, 125 páginas. Si la pretendida unidad y homogeneidad de las comunidades nacionales es imaginaria , ¿qué ocurre con los estados-nación, con las mayorías y la minorías, con los “extranjeros”, con la soberanía? El problema de la identidad es “un punto ciego de la modernización”. Así, este libro recoge ensayos de Carlos Ruiz y Marcos García de la Huerta (los dos de la U. de Chile), que abordan “los efectos de la modernización en la cultura”, ya sea analizando, entre otras materias, el pensamiento de Charles Taylor, la relación entre identidad, propiedad y trabajo; o entre educación e identidad política.

INTERESARSE POR LA VIDA.

ENSAYOS BIOÉTICOS Y BIOPOLÍTICOS

RAÚL VILLARROEL.

Universitaria, Santiago, 2014, 221 páginas.

Los ensayos que conforman este libro de Raúl Villarroel, profesor de la Universidad de Chile, buscan ejercitar “nuestra capacidad de juicio ético”, reflexionar sobre “las implicancias filosóficas, políticas, económicas y sociales del desarrollo de la ciencia y la investigación”. Cuestión que, en este caso, se traduce en pensar la tarea médica, la anticoncepción, el derecho a la vida, el derecho a morir, la administración biopolítica de la vida, la crisis medioambiental, el desarrollo sostenible, los usos y abusos de los animales no humanos, la economía y su pretendido estatuto científico, la democracia deliberativa, entre otros asuntos.

APUNTES EN TORNO A UNA ÉTICA DE LA NATURALEZA

RAMIRO GÓMEZ GRIS.

La Pollera, Santiago, 2014, 111 páginas.

De Ramiro Gómez Gris sabemos poco: que ha vivido en Santiago, Valparaíso y Concepción. Que es un pseudónimo. Que este es su segundo libro (el primero es “Ética al zancudo”) y que, como el anterior, es de aforismos. Avanzado ya el texto, en uno de ellos (escrito entre paréntesis) encontramos la idea que centra este “conjunto de anotaciones”; a saber, “pensar la ética aplicada a la evolución biológica, que está ocurriendo todo el tiempo y en todas partes, incluso en nuestras sociedades y ciudades”. Esto es, ninguna preeminencia humana, ninguna ley universal, valida para todos y en todo tiempo y espacio; o sea, al parecer, una ética fundada en la falta de fundamento, ¿en la “belleza” de la dinámica biológica? “Antes que todo: el principio de contraste “. “La belleza no puede prescindir del movimiento”.

MEDITACIONES FILOSÓFICAS EN TORNO AL POEMA

ALEXANDER BAUMGARTEN.

Traducción, edición y notas: PABLO CHIUMINATTO

y JAVIER BELTRÁN.

Orjikh, Santiago 2014, 103 páginas.

Los chilenos Pablo Chiuminatto y Javier Beltrán traducen esta obra, de 1735, en la que el filósofo alemán Alexander Baumgarten habló por primera vez de “estética”; es decir, “la ciencia de la percepción por los sentidos”. Allí, para quien crea que sobre gustos no hay nada escrito, se lee: “la filosofía y la ciencia de componer un poema (…) están unidas en estrecho matrimonio”, “el discurso sensible perfecto es el poema”, “el poeta es una suerte de hacedor o creador; de aquí que el poema deba ser, por decirlo así, un mundo”, “el método es poético”, “el poema es una imitación de la naturaleza”.

“Escritor póstumo: ¿Quién es José Edwards?”. Juan Ignacio Rodríguez para El Mercurio.

Hoy es el lanzamiento de “La imposible ruptura del señor espejo y otros cuentos” , de este desconocido miembro de la Generación del 38.  
Juan Ignacio Rodríguez Medina “Para mi abuelo había sólo dos escritores: Dostoievski y José Edwards”, cuenta Rafael Gumucio, nieto de Enrique Araya. José Edwards (Santiago, 1910-1974) fue un arquitecto para quien el objetivo de su profesión, “la Esencia misma de la Arquitectura”, no era reproducir a escala humana el cosmos, sino que el “Paraíso”. O, más precisamente, eso es lo que Edwards le hace decir al arquitecto N, el protagonista de “El paraíso”, primer relato del libro “La imposible ruptura del señor espejo y otros cuentos”, que La Pollera Ediciones lanzará hoy en la Biblioteca Nacional y que se podrá comprar en librerías y en www.joseedwards.cl

Un “libro objeto”, dicen en la editorial, pues cada cuento está ilustrado por Rafael Edwards, hijo de José. Son 28 historias, con títulos como “Escribe dios” u “Orgía en el subterráneo”, que forman parte de un rescate literario, financiado con un Fondo del Libro, y que incluirá durante este año otros dos volúmenes: uno de ensayos y mitologías y otro de teatro.

Salvo por algunos artículos que aparecieron en revistas, lo único que se conocía de José Edwards era “Postdata” -también ilustrado por su hijo-, una selección de sus cuentos realizada por Eduardo Anguita en 1974, tras su sorpresiva muerte, el 10 de septiembre de ese año, debido a un paro cardiaco.

Generación del 38

“Eduardo Anguita era una visita frecuente en nuestra casa -cuenta Rafael Edwards-, y se quedaban con Pepe conversando y caminando en círculos hasta altas horas de la noche. Por lo general, los temas de conversación estaban por encima de mis capacidades e intereses, pero el tono era casi siempre apasionado, con silencios prolongados cortados por carcajadas súbitas. Era un complot”.

Esa amistad, además de sus relaciones con distintos autores de la época -Enrique Araya, Juan Tejeda, Enrique Bunster y Francisco Olivares- sitúan a Edwards como parte de la Generación del 38. Aunque no fue hasta 1950, después de casarse con la hermana de Isidora Aguirre, Ignacia, que el arquitecto comenzó a escribir.

“José Edwards pertenece al canon paralelo de la literatura chilena -explica Cristián Warnken-; ahí están Alfonso Echeverría, Omar Cáceres, y tantos otros. Son escritores ‘quemados’ por el fuego de las grandes preguntas metafísicas, esas que parecen abandonadas en la narrativa promedio que se hace hoy. Sus cuentos, o más bien narraciones metafísicas, tienen algo del humor kafkiano, la sensación de un absurdo desopilante, detrás del cual se percibe un anhelo de sentido”.

Para Warnken, Edwards “ha sido una fuente, uno de esos milagros de nuestra narrativa que pocas veces se acerca al vuelo y dimensiones de nuestra tradición poética”. Con entusiasmo, afirma: “Celebro esta ‘resurrección’ literaria de José Edwards, el alma gemela de Eduardo Anguita, uno de nuestros pocos autores a la altura del misterio de ser, ese que para muchos hoy es tan poco cool , tan irrelevante, literariamente hablando”.

Rafael Gumucio agrega: “Es un escritor de un humor muy británico, impávido, que no hace grandes piruetas ni tiene demasiadas ilusiones. Con una sensibilidad absolutamente lejana al criollismo en boga por entonces. Es un auténtico olvidado de la literatura chilena, que está lleno de olvidados que muchos recuerdan, como Juan Emar”.

¿Por qué José Edwards no publicó en vida? Responde su hijo: “Hay quienes elucubraban que por timidez o dejación. Yo discrepo; mi percepción de Pepe fue y es la de una persona extremadamente inquieta, especialmente en el aspecto intelectual. Comenzaba a escribir a partir de la medianoche, cuando todos se iban a dormir, y trabajaba hasta el agotamiento y las primeras luces de la mañana. Mi propia especulación al respecto es que Pepe no tenía interés alguno en ser reconocido. Escribir para él era en muchos aspectos un fin en sí mismo, era su propio público, del mismo modo que era aficionado a reírse de sus propios chistes. Creo que a él no le interesaba predicarle a nadie, sólo llegar a las grandes incógnitas, a las grandes preguntas”.

En su diario, Edwards anotó: “El hombre, sumido en la perplejidad, termina por acomodarse a ella; la acuna, la describe utilizando cientos de miles de palabras que no conducen a nada. La transforma en Literatura”.

Sobre lo que espera que ocurra con la obra de su padre, Rafael Edwards señala: “Creo que el acto de publicar esta obra concluye con su lanzamiento. Si esta obra y este autor son vistos como relevantes, el público los sabrá recoger; y si no pasa nada, no podemos forzarlo. Nuestra ‘misión’ es dar a conocer a José Edwards y su obra, porque creemos que vale la pena, queremos compartir algo que nos ha hecho reflexionar, reír, angustiarnos y volver a hacernos las preguntas más importantes: ‘quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos?’. Creo que Pepe, dondequiera que esté ahora, sabrá apreciar eso”.