“¿Quiénes son las chicas de la literatura latinoamericana?” por Luna Miguel en Revista Nylon

Fuente: Revista Nylon

En primer lugar, ¿qué diablos es la Lat Lit?

Para responder a esa pregunta deberíamos hablar de la enorme comunidad de escritores jóvenes en lengua inglesa que desde 2010 vienen creando una nueva forma de comunicarse, escribir, editar y de concebir la literatura. Se trata, por supuesto, de la polémica Alt Lit, un movimiento que ha generado odios y amor por partes iguales, dada su novedad, su forma y su carácter no solo literario sino también lúdico. Una descripción demasiado formal, vale, cuando quizá habría sido más efectivo citar algunos nombres: Tao Lin, Noah Cicero, Steve Roggenbuck son algunos de los que más pueden reconocerse.

 

Desde mediados de 2014, sin embargo, la Alt Lit cayó en duda. Una serie de escándalos machistas para con sus miembros acabó por fragmentar al grupo y por desanimar a muchos de los lectores que confiaban en que esta generación dejaría a un lado los comportamientos sexistas que han acompañado históricamente las escenas culturales. Sin embargo, hay algo que muchos no tienen en cuenta a la hora de hablar de la muerte de la Alt Lit, y es que este movimiento no eran solo las tres cabezas visibles ya citadas, sino que sus voces más potentes, importantes e innovadoras siempre han sido las de sus mujeres: Ana Carrete, Megan Boyle, Gabby Bess, Lucy K. Shaw, Sarah Jean Alex-ander, Mira González, Jayinee Basu, Kendra Grant Malone, Joshua Jennifer Espinoza, Ashley Opheim o Chelsea Martin son algunos de los nombres de aquellas chicas que siguen luchando, escribiendo y publicando. Si seguimos confiando en la Alt Lit —o en como acabe denominándose todo esto— es porque confiamos plenamente en ellas.

 

El vómito de la nueva ola

Fue precisamente Ana Carrete la autora que empezó a establecer vínculos entre la nueva literatura anglosajona y la nueva literatura en español. Desde hace años ella dirige la revista New Wave Vomit, cuyo subtítulo siempre ha sido “El vómito de la nueva ola”, dando cabida a los artistas de habla hispana que ella conocía. Aunque nació en los Estados Unidos, Ana tiene orígenes mexicanos, y esto ha marcado un carácter muy especial en su obra. Pero el caso de Ana no es el único, pues en los últimos años un montón de autores de México, Argentina, Colombia, Perú o España se han preocupado por difundir y promover el estilo, los sueños y la manera de actuar de aquello que nuestros compañeros de habla inglesa venían haciendo. La antología Alt Lit, de Lolita Copacabana en Argentina, o los artículos y traducciones de Martín Rangel desde México y de Roberto Valdivia desde Perú son ejemplo de ello.

Precisamente fue el jovencísimo  poeta Roberto Valdivia quien en enero de 2015 escribió un artículo para la revista Poesía Sub 25 en el que por primera vez introdujo el concepto de Lat Lit. Desde 2012 hasta nuestros días es cada vez mayor el número de escritores en lengua española que han adoptado algunos de los códigos de la Alt Lit y los han reconvertido y modificado. Por eso Valdivia puede hablar de una Lat Lit, y por eso son cada vez más los proyectos que desde muy distintas partes del mundo están tomando forma alrededor de este concepto: las publicaciones de Revista TN, la editorial Malos Pasos, la antología Pasarás de Moda, de próxima publicación en Montea (México), el grupo de jóvenes escritores de Los Perros Románticos y otra lista infinita de revistas, blogs, Tumblrs o grupos de Facebook que están demostrando que nuestro idioma ha recogido el testigo de la Alt Lit de una manera bellísima y brutal.

 

Sí, hay mujeres

El mes de febrero de 2015 la editorial española Bartleby publicó Beat Attitude, una antología realizada por Annalisa Marí, dedicada a homenajear y rescatar a las aurotas olvidadas de la Beat Generation. Hay una lucha ahí. Hay una manera de posicionarse frente a los cánones y frente a la crítica sexista, para dar voz a quien tanto lo merece. Marí es de las que piensan que la Alt Lit, y por lo tanto la Lat Lit, tienen similitudes con la voluntad de la Beat Generation, y por eso se hace imprescindible y fundamental que desde el mismo inicio de estos movimientos se hable y se reivindique a sus autoras.

 

En nuestro idioma la nueva ola de autoras nacidas alrededor de 1990 es cada vez más potente. Poco a poco están creciendo voces que merece la pena seguir de cerca. Son autoras que han publicado pequeños libros, o que han participado en antologías. Algunas han traducido a autores de la Alt Lit, otras se alejan de ese estilo tan puro y han conseguido darle un giro a esa nueva sentimentalidad. Todas ellas tienen una vida activa en Internet y algunas incluso son líderes de opinión en sus respectivas redes sociales.

Hemos seleccionado a 10 de ellas, aunque bien podrían ser varias decenas más. Cuando miremos hacia atrás y recordemos qué pasó en la década de los 2010 con los escritores de la Lat Lit, no deberíamos tener la duda de mencionar sus nombres y sus obras. Leerlas hoy se hace necesario, leerlas mañana se hace necesario, leerlas, siempre, porque son deslumbrantes:

 

María Mercromina

(España, 1989)

 

En España se ha convertido en una de las blogueras más importantes, no solo gracias a su trabajo como poeta sino también como editora online y como coautora de No te Va a Doler, un proyecto feminista y sin pelos en la lengua. Sus opiniones sobre literatura son capaces de mover a masas. Además es traductora de portugués, y mantiene una relación muy productiva con jóvenes poetas de esa lengua.

 

Alexandra Espinosa

(Colombia, 1995)

 

La descubrimos gracias a un artículo de Didier Andrés Castro sobre la Alt Lit en español. Es una de las voces más importantes de entre los jóvenes autores colombianos. Apareció en la antología 1000 Millones.

 

Caterina Scicchitano

(Argentina, 1992)

 

Esta poeta e ilustradora argentina es autora del libro Be a Body. Traductora de Noah Cicero, entre otros, gracias a su blog ha conseguido hacerse un nombre y un hueco muy importante en la nueva ola de la Lat Lit.

 

Malén Denis

(Argentina, 1989)

 

Malén es argentina, pero ha vivido una temporada en Nueva York. Es autora de Buscar Drogas en Wikipedia, un libro sobre la soledad, el amor, y sobre sentirse extraño en este mundo hipercomunicado. Poemas como “Te Googleé para Sentirte más Cerca” son verdaderos himnos generacionales.

 

Alexandra Urbina

(Venezuela, 1991)

 

Autora del blog Post Lit. Sus reseñas, poemas y textos íntimos conectan de lleno con la estética de la Alt Lit. Aún no tiene libro publicado, pero puede considerarse junto a Carlos Colmenares Gil como una de las primeras autoras en promover este movimiento y este estilo en Venezuela.

 

María Yuste

(España, 1988)

 

Acaba de publicar Vida de Provincias en una editorial de Barcelona. Es traductora y periodista, y junto a Ainhoa Rebolledo, Vicente Monroy y Antonio J. Rodríguez es una de las pocas narradoras en español a la que podría considerarse Alt Lit. Otros dicen de ella que es una Joan Didion 3.0.

 

 

Xel-Ha López

(México, 1991)

 

Dedica poemas a sus gatos o a Marlon Brando. Escuchar sus vídeos en YouTube es alucinante porque recita de una manera muy bruta y especial. Se ha convertido en un icono gracias a sus poemas feministas y pop. Aparece en varias antologías nacionales e internacionales.

 

Arvelisse Ruby

(Puerto Rico, 1988)

 

Acaba de autopublicarse un fanzine titulado Fun for Now. Le gusta escribir, pero también dibuja y hace música. Actualmente vive en Brooklyn y es posible que muchos la conozcan por el que desde hace tiempo fue su pseudónimo: Lola Pistola. Su poesía recuerda a un diario adolescente, y escribe tanto en español como en inglés.

 

Constanza Gutiérrez

(Chile, 1990)

 

Constanza Guitiérrez también es narradora, y acaba de publicar Incompetentes, su primer libro, una historia generacional sobre un grupo de chavales que dejan los estudios y se enfrentan salvajemente al mundo.

 

Fernanda Álvarez

(México 1996)

 

Ha publicado fanzines de poesía en la editorial Malos Pasos. Esta mexicana jovencísima es una chica 100% internet. Sus poemas y cuentos destilan una ternura y un sabor muy punk al mismo tiempo.

“Incompetentes” por Alida Mayne-Nichols en Publimetro

Fuente: Publimetro

Incompetentes de Constanza Gutiérrez es una novela breve relatada a través de cincuenta y cinco capítulos que son, más bien, muy pequeñas viñetas. Los episodios no suelen superar la página y algunos, incluso, no son más que un par de párrafos. Un vistazo al libro nos permite vislumbrar una escritura fragmentada la cual se traduce, por cierto, en una historia fragmentada. El texto comienza muy bien por cuanto no has explicaciones, sino que se nos introduce de inmediato en un estado de incertidumbre. La narradora da cuenta de la situación actual: “Hace tiempo que ninguna mamá viene a dejarnos comida” (7), pero no sabemos dónde está ni con quiénes ni por qué la comida ha dejado de llegar. Esa será una tendencia dentro del texto: no explicar. La fragmentación deviene inevitablemente en la conformación de un relato en que la película no está completa, aunque como lectores sí vamos integrando ciertas piezas. Es así como sabemos que se trata de estudiantes en toma en uno de esos colegios despectivamente llamados raspe y pase, aunque incluso ahí hay una estratificación entre buenos y malos alumnos.

Lo que sucede en esta toma es que no se comprende por qué se mantiene. Aparentemente a estos alumnos no les interesa la educación gratis y de calidad; pero sí hay un debate generacional que se nos insinúa desde un comienzo: las madres han dejado de venir. Gutiérrez construye entonces un mundo sin adultos y en la que no se busca tampoco la mirada del adulto. El único momento en que aparece una madre ansiosa por ver a su hija, pero que debe conformarse con conversar con Laura, la narradora, se construye un episodio de total incomodidad, en que se cruzan palabras, pero no se encuentran miradas, es decir, no hay discursos afines, sino dos mundos desconectados entre sí.

Incompetentes es un texto que funciona y está bien escrito. Deseado o no, se produce un efecto en que el lector se involucra: ¿está uno también en la toma?, ¿cómo es que somos espectadores de pequeños momentos íntimos de esta toma?, ¿estamos leyendo un diario acaso? Son preguntas que quedan sin respuesta. Sin embargo, la opción por lo fragmentario y difuso, hace que a medio camino se pierda el norte de la narración. Así como ya nadie sabe por qué insisten en una toma en que nadie cree, como lectora tampoco se sabe hacia dónde va el relato, lo cual se corregirá hacia el final. Otra debilidad de la narración es la presentación de los personajes, que, en general, se mantiene en la superficie: son pocos los personajes en que se profundiza, aunque sí se nos presenta un abanico de distintos personajes, dando cuenta de que los estudiantes no pueden ser encerrados en una categoría neutra y generalizada, por cuanto cada uno de ellos es distinto y particular. De todas maneras, Incompetentes es un texto interesante, bien escrito y que hace esperar nuevas narraciones por parte de Constanza Gutiérrez.

“Juventud sin épica, juventud rebelde” por Juan Rodríguez en El Mercurio

Con 24 años, la chilena Constanza Gutiérrez publica su primera novela, “Incompetentes”, el retrato de un grupo de adolescentes, no triunfadores, durante la toma de su colegio.  
Juan Rodríguez M. Si el éxito, el triunfo, el emprendimiento, el activismo son el imperativo social; la resistencia a ese orden, el disturbio, la subversión, ¿no debería habitar en el fracaso, la apatía, la incompetencia, en la inutilidad? ¿O personas así solo serían desechos de la civilización? ¿Restos? ¿Pruebas del triunfo del “sistema”?

Constanza Gutiérrez es chilena, chilota, licenciada en Literatura, tiene 24 años, en 2011 ganó el Premio Roberto Bolaño con su cuento “Arizona”, y en 2013 -con otro relato, “Las cinco de la tarde en algún lado”- el Primer Concurso Literario sobre la Ilegalidad de la Marihuana en Chile. Ahora publica su primera novela, “Incompetentes” (La Pollera), elogiada por críticos como Rodrigo Pinto -“es una demostración de que se puede escribir bien, con naturalidad y cuidado, sin innecesarios alardes metaliterarios”- y escritores como Diego Zúñiga. En ella pone en escena, precisamente, a un grupo de inútiles, o de “incompetentes”, como anuncia el título.

¿A qué escritores se siente cercana? Nunca lo ha pensado, dice -“supongo que porque aún no logro pensar en mí como ‘escritora'”-, pero sí tiene claro que admira a Alejandro Zambra -“mucho, mucho”-, a Diego Zúñiga, Juan Pablo Roncone, Daniel Villalobos -“su libro ‘Sur’ me gustó un montón”-. “También a León Álamos, que hace poco publicó un libro de cuentos llamado ‘Discocamping'”. Además de las letras de cantautores como Alex Anwandter y Milton Mahan.

Sin compromisos

A pesar de que “Incompetentes” está situado en una toma, lo que rige a los estudiantes es el desinterés: por las asambleas, por el futuro, por la comida que se preparan. La narradora y protagonista es Laura, quien nos habla de ella, de sus compañeros y de un día a día ajeno a toda épica o entusiasmo; ajeno, también, a toda presencia adulta.

¿Qué es lo que provoca esa desafección? “En realidad, la toma de los niños del libro no tiene nada que ver con compromisos políticos”, explica Gutiérrez. “El colegio es uno de esos que recibe a los expulsados de otros y los protagonistas no están interesados en hacer valer ningún derecho, solo se aprovecharon del pánico, de que otros alumnos, en otros colegios, lo estaban haciendo. Querían un lugar para esconderse del resto, nada más, y las ganas de ocultarse vienen de que nadie los tome en cuenta. Si nadie te quiere aceptar en un club, con el tiempo puedes generar cierto orgullo marginal y no querer ver a sus miembros nunca más. Eso es”.

Unas palabras de Laura definen, quizá, la atmósfera: “Al final, y por mucho que uno se queje, se abraza la miseria como se abraza cualquier cosa en la que hayamos sido criados: por la fuerza de la costumbre”. Una visión que Gutiérrez no comparte “para nada”. “Sí creo que es difícil desasirse de cosas con las que te machacaron desde niño -a eso se refería el fragmento, a la manera en que te educaron- y que desaprender es un proceso bastante largo y difícil”.

– ¿Qué deberían desaprender los personajes de tu novela?

“Bueno, son varios personajes. Son distintos. En general, estaría bueno que supieran que el colegio da lo mismo y que sacarse malas notas no dice nada de ellos más que el hecho de que no están preocupados por eso. Pero seguro lo saben, por algo se encerraron. Los que no lo saben son sus papás y sus profes”.

“Yo soy rebelde” por Patricia Espinosa en Las Últimas Noticias

A la escasísima producción de ficciones en torno a tomas estudiantiles viene a sumarse este pequeño volumen de Constanza Gutiérrez. Incompetentes , primera novela de la autora, es una alegoría en torno al choque generacional donde los padres son la norma y los hijos la desviación, siendo imposible encontrar algún punto de encuentro entre ambos. Pesea a sus errores, el relato contiene una interesante crítica a los hijos de ciertos sectores burgueses de izquierda que consigue borronear un poco la actitud moralizante en la que suele recalar Gutiérrez.

Mediante el ya manido recurso del fragmento, Laura, la narradora, da cuenta de la vida de diez adolescentes “afortunados y flojos” que se toman el colegio que aborrecen para convertirlo en una suerte de casa okupa. El grupo se instala en su decadente colegio particular, especializado en recibir alumnos expulsados de diversos establecimientos debido a su condición conflictiva. En una obvia concordancia con su perfil de alumnos disfuncionales, la comunidad no genera normas de convivencia, ni un líder, ni división de labores o ideas sobre cómo alimentarse o conseguir dinero. Tampoco les preocupa la policía, que no aparece por ningún lado, ni siquiera como amenaza.

Los jóvenes están casi desconectados de afuera, al colegio le cortaron internet tras de la toma y parecen desconocer la existencia de celulares. Su único trato con el exterior es a través de un grupo de serviles punks, que los proveen de algunas mínimas cosas. La ausencia de preocupación material, organizativa y defensiva, que raya en lo inverosímil, sólo se justifica como una forma de reforzar la simple propuesta alegórica que el relato construye; es decir, esta toma no tiene un trasfondo político-social, sino que es apenas el escenario para representar un conflicto entre adolescentes y padres.

El volumen carece de tensión y de progresión, el tiempo que parece detenido, al igual que las trayectorias de cada personaje. Desde que se instalan en el colegio, cada uno asume que afuera reina el caos y que están aislados. Es frecuente que la protagonista, asumiendo la voz grupal, acuse discriminación social por su pertenencia a un “colegios para echados”. Sentirse víctimas es una constante en estos jóvenes burgueses hastiados de todo, que responsabilizan de su estado a sus padres, quienes les exigían logros escolares y planes de futuro profesional.

La candidez de estos planteamientos sólo es contrapesada por una suerte de crítica social que permite ver que la no pertenencia familiar y social de este colectivo es relativa: “Lo cierto es que, muy en el fondo, existe algún resabio de orgullo. Prefiero mi educación de izquierda a su educación de derecha, prefiero el orden relajado que su estricto pasado de uniforme impecable”. Los adolescentes tienen bastante claro su origen, su pertenencia a un colectivo mayor, ya no colegial, sino de clase, que enorgullece y hace que siempre haya un sitio al cual regresar tras jugar a ser rebelde.

Incompetentes no profundiza en las diferencias de los personajes. Todos resultan tristemente iguales, homogéneos en su condición de cuicos loser y melancólicos. La alegoría que construye Gutiérrez es débil y básica, al igual que su estilo de escritura, que sólo contiene pequeños aciertos, como la presencia de algunas imágenes poéticas respecto a la luz, los espacios y las rutinas del ocio. Donde no hay vuelta atrás es en la construcción de personajes víctimas, que parecen mendigar lástima, porque sus padres no los entienden. Tesis para tercero medio, con suerte.

Incompetentes

Constanza Gutiérrez

La Pollera, 2014, 72 páginas.

 

“Incompetentes” por Rodrigo Pinto en Revista El Sábado

Esta primera novela de Constanza Gutiérrez (1990) es una demostración de que se puede escribir bien, con naturalidad y cuidado, sin innecesarios alardes metaliterarios, frecuente defecto de escritores jóvenes ansiosos por demostrar que pertenecen al club. La autora sitúa la trama en un colegio en toma, de aquellos que reciben a los alumnos que el sistema va desechando, porque no se ajustan al promedio de normalidad. Y ese es el hilo que recorre el relato: no hay referencias políticas y el asunto de la toma es considerado más bien desde el ángulo de la ausencia de los adultos (abandono que solo en el momento de la toma se torna explícito) que como un acto de protesta. Mal que mal -salvo un trío de alumnas- se trata de estudiantes que ya están en alguna clase de borde, desajustados, con una mirada ligeramente desenfocada. De ahí el título del libro, que de manera más bien oblicua pone en cuestión el afán de competir (o la obligación de desarrollar competencias para, por ejemplo, rendir bien en el colegio para poder pasar a otra etapa y desarrollar otras competencias). Esa sensación de desajuste da el tono al relato, trabajado mediante fragmentos.

La voz narrativa está a cargo de una estudiante, Laura, que introduce al resto de los personajes (la amiga, las mateas, el militante, el amigo que le gusta, un perro) y traza breves estampas de la forzada convivencia en un espacio cerrado que ya casi no tiene vínculos con el mundo exterior. La estructura fragmentaria enriquece las posibilidades de lectura y muestra también la habilidad de la autora para ceñir el relato a una exigencia formal -el límite de extensión de los fragmentos-, sin forzar los cierres.

Los escasos diálogos aportan la nota coloquial a una novela breve, que cuida la atmósfera del relato y desarrolla una trama sobre la base de sensaciones, encuentros, conversaciones, más que sobre hechos, aunque estos finalmente precipiten el desenlace. “Algo me estaba ardiendo dentro, pero quizá solo estaba sentada muy cerca del fuego”, escribe Laura ante una decepción amorosa, pero en realidad todo parece arder a fuego lento en una historia de crecimiento, de ritos de paso, de descubrimientos, una fórmula clásica trabajada con originalidad, rigor y estilo.

Constanza Gutiérrez. La Pollera Ediciones, Santiago, 2014. 72 páginas.