“Tres imperdibles de FILSA” por Bárbara Pezoa en Radio Paula

Fuente: Radio Paula

Ya partió la Feria del Libro hasta el 9 de noviembre en la Estación Mapocho.

La edición número 34 de la Feria Internacional del libro de Santiago -que se realiza hasta el hasta el 9 de noviembre-  tiene más de 170 expositores, más de 300 autores invitados, 50 de ellos extranjeros.

En Radio Paula te recomendamos algunos lanzamientos para tener en mente:

1.Escritor nuevo para tener en cuenta

Alberto Fuguet presenta al joven Jeremías Gamboa, revelación en Perú con la novela “Contarlo todo” el 1 de noviembre. Además, David Grossman, uno de los aclamados autores israelíes, saluda y firma libros el 8 de noviembre.

2. “Mira tú”, una guía para perderse por Santiago

Un imperdible de FILSA este año es “Mira tú, Guía para perderse en Chile”, de Piedad Rivadeneira y otros ilustradores y textos de Juan Pablo Barros, un libro patrimonial lleno de curiosidades acerca de nuestro país. ¿Cuáles son las tumbas más famosas del cementerio general? ¿Existió alguna vez un Ku Kux Klan chileno? Todas esas preguntas tienen respuesta en Mira tu de la editorial Hueders.

3. Una obra de teatro para leer

“La Casa del Sordo” es otra de las novedades. Esta obra de teatro en décimas narra la historia de dos amantes que fueron separados por la muerte y cómo sufren y suplican para poder olvidar a quien ya no está. Un muerto que regresa, una mujer que no puede dejar ir, un borracho que solo quiere seguir bebiendo, conforman la escena bohemia, trágica y a la vez cómica de este texto. Es la primera incursión en la dramaturgia de Simón Pablo Espinosa, periodista en The Clinic y guionista en El Club de la Comedia. El libro está editado por La Pollera Ediciones, y también está presente en La Feria Internacional del Libro de Santiago.

“Finado odioso le hace la vida imposible a su novia-viuda” por Fabian Llanca para Las Últimas Noticias

Simón Espinosa publica embriagador texto escrito en décimas

L a publicación del libro La casa del Sordo , de Simón Espinosa, es una rareza por donde se le mire. Se trata de una obra de teatro, poco usual en las estanterías nacionales; y, además, está hecha en décimas.

“Esta historia fue escrita tres veces”, apunta el autor, aludiendo al devenir de Armando Prieto, un cadáver que intenta no alejarse de su doliente novia Aurelia. El finado transita el umbral de la vida y la muerte jorobando en la medida de lo posible. Esta dualidad está representada en el escenario, mitad bar venido a menos y mitad cementerio.

En las dos versiones iniciales había algo que no cuajaba. “Había una atmósfera tradicional y urbana que la prosa y el diálogo no tocaban, faltaban colores”, recuerda Espinosa. “La métrica y la rima de la décima llegaron de pronto, por sugerencia de un gran amigo a quien está dedicado el libro, y simplemente quedaron bien, no hay motivos intelectuales detrás, ni un intento académico de salvar el recurso dramático”, aclara.

–En cierta forma, un bar es un cementerio.

–Totalmente. La muerte y la borrachera son amigas, o eso sospechamos los que nos emborrachamos y no hemos muerto. Hay bares en Santiago que permiten fácilmente entrar en una atmósfera fantasmal después de unos tragos. El alcohol puede generar una lucidez muy extraña si se toma en las cantidades correctas.

–¿Cómo es el Sordo?

–Es un porfiado, como cualquier persona que se rehúsa a morir. Sabe que aún no ha sido olvidado, siente que le reza y le llora su novia-viuda, puede oler las flores que le van a dejar a su tumba y lo único que quiere es que se lo coma el olvido, pero los vivos le tenemos demasiado miedo a la muerte como para olvidarnos de los que ya no están. El Sordo representa todas las proyecciones fetichistas que los vivos hacen, es la tumba que se construye, pero que se transforma en animita por puras supersticiones, ritos religiosos y otras formas de copucha.

–¿Cuáles son las complejidades de escribir en décimas?

–Es entretenidísimo, es un puzzle muy lindo. Lo más difícil es interiorizar el verso octosílabo, vale decir, poder armar frases de ocho sílabas que tengan una gramática y sintaxis correcta. Después de eso, el resto es rimar. No es muy difícil, simplemente hay que darse maña y ser flexible.

–¿Tiene algo que ver “La Negra Ester” en esta opción?

–Por supuesto, “La Negra Ester” es uno de los tesoros de la cultura popular chilena y un norte al que me encantaría llegar. Si bien no hay referencias, la tradición siempre tiene carácter patrimonial; es decir, está presente de manera colectiva en la sociedad. Yo y muchos hemos visto la obra y probablemente no podemos olvidarla, de la misma manera que un cuequero no puede obviar la influencia de Violeta Parra, aunque componga una obra completamente distinta.

Simón Espinosa reconoce que “es fácil frustrarse cuando la rima no calza o la palabra que habías escogido no funciona, pero con un poco de elongación y vino todo se suelta”.

“El teatro en décimas está de vuelta: “La Casa del Sordo”” en Radio Zero

Fuente: Radio Zero

Esta obra de teatro en décimas narra la historia de dos amantes que fueron separados por la muerte y cómo sufren y suplican para poder olvidar a quien ya no está. Un muerto que regresa, una mujer que no puede dejar ir, un borracho que solo quiere seguir bebiendo, conforman la escena bohemia, trágica y a la vez cómica de este texto.

Es la primera incursión en la dramaturgia de Simón Pablo Espinosa, periodista en The Clinic, guionista en El Club de la Comedia y creador de En Volá (www.envola.cl). El libro, editado por La Pollera Ediciones, estará presente en La Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) en el Stand D27, desde el 23 de octubre al 9 de noviembre, en el Centro Cultural Estación Mapocho.

El prologuista, actor y director de teatro, Pato Pimienta, se refirió a la obra de la siguiente manera:

“Si bien hay ciertos versos que huelen a noche, a vino y puterío, confabulan en el texto con amores no resueltos, con muertos porfiados, con deseos que luchan con lo inevitable, en una mezcla exquisita entre lo profano y lo bello”.

Entrevista a Ramiro Gómez Gris en Revista Lecturas

Fuente: Revista Lecturas

RAMIRO GÓMEZ GRIS (Santiago, 1983). Ha vivido en Santiago, Valparaíso y Concepción. Su primer libro, Ética al zancudo,  fue publicado por La Pollera Ediciones en 2013. Antes fue electricista, pero nunca ejerció. Responde la Entrevista RL de la mejor manera posible y a continuación un adelanto de su nuevo libro, SALIR. Apuntes en torno a una ética de la naturaleza. Libro que será presentado el sábado 4 de octubre, en el marco de  Primavera del Libro (Parque Bustamante, Bustamante con Av. Bilbao, metro Bustamante), a las 18 horas con la presentación de El Zopilote Rojas y Janeiro del Río, amigazos del autor, musicalizado por un integrante del grupo “Los Rayos”.

 

¿Quién es usted y por qué utiliza el aforismo?

Yo soy Ramiro Gómez Gris. Así decidí llamarme a mí mismo para publicar estos dos libros: Ética al zancudo y Salir. En todo caso, el Góngora y el Sordo, dos buenos amigos, ya me llamaban de vez en cuando Ramiro mucho antes de las publicaciones.

En cuanto al uso del aforismo, creo que las ideas se presentan en la consciencia de este modo, y que luego uno puede ir desarrollándolas más extensamente, ofreciendo ejemplos, construyendo una red de argumentos, o bien rodeándolas de historias que las muestren mejor. En Ética al Zancudo y en general en las críticas existenciales que he publicado en La Pollera (web), lo que he hecho es esto último, rodearlas de historias, porque también pienso que las ideas siempre aparecen en torno a vivencias, y porque, de hecho, muchas de las historias que cuento son verídicas, y fue gracias a ellas que surgieron las ideas que intento presentar en los diálogos. Pero para este libro la cosa se dio de otro modo, y no sé bien las razones… Seguramente la lectura permanente de los aforismos de Lichtemberg me ha dado la confianza como para presentar las ideas de este modo.

 

¿Qué libros tenía en el velador y en el baño cuando escribió SALIR. Apuntes en torno a una ética de la naturaleza?

No tengo velador. Hay una silla al lado de la cama, pero la uso para dejar la ropa. El colchón está en el suelo, así que los libros “de ir a acostarse” están siempre encima de la cama o en el mismo suelo. Voy acumulando libros, generalmente de cuentos, que después voy devolviendo a su lugar, es decir, a los anaqueles del estante. Fueron muchos los libros que pasaron por la cama durante el año pasado, así que sería un bolañismo en extremo impreciso el intentar hacer un listado.

En cuanto al baño, hoy siguen los mismos libros que estuvieron allí durante la escritura y las múltiples revisiones del texto que nos convoca. El primero y más revisado es La vida de las plantas (1913), de J. Bretland Farmer, en una edición de Emecé Editores (1948). También está la Antología del humor negro (1939) de Breton, un libro titulado Zoología pintoresca (1969), de la Editorial Ramón Sopena, y Dichos de campo, de Pablo Huneeus.

 

¿Cuánto demoró la escritura de su libro?

Mucho tiempo, porque varios de los apuntes que componen el libro son viejos, rescatados de distintos cuadernos. Podría decir, sí, que el grueso del texto, y en particular la idea que defiende y quiere practicar (a saber, una ética singular en potencia en cada ser vivo, con consecuencias en la evolución de las especies) la desarrollé aproximadamente en un año, el año pasado, acompañado de distintas lecturas y de varias salidas a acampar, pero principalmente paseándome por mi departamento con un pito en la mano, cavilando. Todo este tiempo tuve (y sigo teniendo) un cuaderno sólido en el mesón que separa el living-escritorio de la cocina (también le llaman cocina americana). Ahí iba haciendo, sin ningún propósito determinado, las anotaciones, hasta que me di cuenta de que tenía una especie de unidad en el conjunto y me decidí a pasarlo a la computadora y a empezar un extenuante ciclo de revisiones y revisiones antes de su publicación.

 

¿Qué dijo su editor o primer lector cuando leyó los manuscritos?

Si mal no recuerdo, mi editor, el señor Geométrico, me dijo, por mail, que le parecían bien… pero estoy buscando en el correo y no encuentro las palabras exactas. Mi editora personal, la distinguida señora y maestra Karlucha Méndez, me dijo que le estaba gustando mucho, aunque después me aclaró que hay algunos aforismos que no la convencen para nada. También le mostré el texto a algunos amigos que me hicieron comentarios favorables, pero no recuerdo sus palabras exactas. El único comentario textual que puedo presentar el de mi padre, que –también por mail– me comentó lo siguiente: “Por otro lado, ya me leí el libro y me pareció muy bueno, con algunos aforismos que podrían estar de más; otros con algún exabrupto evitable para la segunda edición y otros muy técnicos o especializados que obligan a recurrir a internet. Hay uno en que dice “rampa” y también podría decir “trampa”. A mí me parece que tendría que ser esta última. En todo caso, muy bueno el libro para darle la vuelta al tornillo, para que no se nos caiga. Un abrazo y aquí conversamos el domingo.”

¿Ocupa algún lugar este libro en su proyecto literario?

Es una pregunta difícil. La primera respuesta que puedo dar es que no sé, porque no tengo muy claro si barajo alguna especie de proyecto literario. Pero, por otro lado, no puedo negar que de alguna manera uno empieza a soñar con la posibilidad de que la escritura otorgue la solvencia económica necesaria para vivir sin tener que trabajar en otras cosas. Cuando este ensueño y sus dulces consecuencias me abordan, entonces empiezo a construir esa especie de proyecto… pero pronto termino mandando esta idea a la misma mierda, porque me empiezo a hinchar como un odre, y me doy cuenta de que es mejor no esperar nada de la escritura: entonces decido que escribo y publico únicamente para compartir lo que pienso y ponerlo sobre la mesa, a ver si algo ocurre con las ideas que expongo, más que con mi proyecto personal. Pero cuando decido esto, también me doy cuenta de que no estoy siendo del todo honesto, porque evidentemente hay cosas que espero obtener (para mí) a través de la escritura, y entonces me siento en una confusión que no he podido terminar de aclarar.

 

¿Va a seguir escribiendo?

Supongo que sí. Creo que escribir tiene dos funciones fundamentales: (1) aclarar las ideas que se van desarrollando en el ruidoso silencio mental, y (2) compartir estas ideas. Visto de este modo, la escritura es casi una necesidad para la independencia ideológica del humano que comparte con otros humanos. Así que, si no muero pronto o si no me ocurre nada extremadamente inesperado y excepcional –cosa que siempre puede ocurrir– pienso seguir escribiendo, y así procedo día a día.

 

¿Sabe cocinar?, díganos su receta perfecta.

Claro que sé cocinar. No saber cocinar me parece tan limitante como no saber limpiarse el ano después de defecar. Mi receta perfecta es el corazón de vacuno al sartén, con abundante arroz y un tomate con cebolla. También me gusta preparar palta molida con un poco de ajo y cebolla picados, casi molidos. Este elemento se vierte sobre marraquetas (panes batidos) recién tostados, y se acompaña de un café preparado a lo turco o en cafetera italiana.

 

De qué preocuparse y de qué no…

Bueno, esta es una pregunta que cada quien debe responder por su cuenta. En mi caso, me preocupo de ser consecuente –cosa que no logro del todo– y de cumplir con lo que me comprometo, tanto con el resto como conmigo mismo. El resto, como dice el refrán –tan utilizado por los charlatanes que venden eso de la autoayuda–,más que preocupaciones son ocupaciones.

Ahora, una respuesta menos pretenciosa es que me preocupo de no quedarme sin comida, sin marihuana o sin alcohol, de pagar el arriendo y las cuentas, de mirar que no vengan autos al cruzar la calle, de no meterme en más problemas con los carabineros, de regar las plantas, de tener las monedas (o los billetes chicos) para la micro, de no andar con el chaleco o el pantalón manchado cuando voy a la pega, y de varias otras cosas como estas.

 

Últimas obsesiones…

Desde hace un tiempo, quizá lo que más hago es tratar de achuntarle con una pelotita de fútbol (del porte de un melón) que compré en un supermercado a un arquito en altura que no es otra cosa que la parte trasera de una silla alta que tengo acá. Paso buena parte de mi tiempo dándole pelotazos a la silla, mientras fumo pitos y trato de aclarar ideas sobre distintas materias.

Pero, pensándolo bien, esto no es realmente una obsesión. Entonces, quizá mi mayor obsesión sea conocer la selva de Madagascar.

 

El futuro de Chile, ¿dónde está?

La verdad es que no tengo ni la más menor idea. Sólo espero que sea un futuro amistoso, especialmente entre nosotros y con nuestros países vecinos, pero principalmente con la impresionante naturaleza que nos rodea.

“Publican escritos reunidos de exdiputada Laura Rodríguez: Contra la enfermedad del poder” por Daniel Hopenhayn en The Clinic

[vc_row][vc_column][vc_column_text]“¿Qué es para usted la dignidad parlamentaria?”, le pregunta Raquel Argandoña a Laura Rodríguez, por las pantallas de La Red, el 4 de abril de 1992. La diputada Rodríguez, según algunos de sus pares, menoscaba con sus actitudes la dignidad del cargo. Para ella, en cambio, el espíritu de la Concertación que ganó el Plebiscito se esfumó apenas llegaron los cargos. Y no por una vuelta de chaqueta en las convicciones de fondo, sino porque un virus inmune a esas convicciones había contagiado, en cuestión de meses, a los mismos que venían de combatir a la dictadura desde la calle y junto al pueblo.

Testigo privilegiada de esa epidemia, escribía una confesión insólita para venir de una diputada: “A medida que conozco más de cerca a otros políticos, pero especialmente a medida que descubro mis propias transformaciones, con más fuerza que nunca creo en la imposibilidad de la política para lograr los anhelos humanos”.

Así comienza Virus de altura, breve ensayo aparecido en 1995 y que hoy, convertido en texto de cabecera para diputados como Gabriel Boric o Vlado Mirosevic, vuelve a las librerías recogido en A quien quiera escuchar (La Pollera Ediciones), volumen que compila distintos escritos de la exlíder del Partido Humanista: desde artículos y discursos, hasta proyectos de ley presentados por la diputada que ya en 1990 quería legislar sobre el aborto y el divorcio, cambiar el lema del escudo y obligar a los parlamentarios a responder por sus promesas de campaña.

Que el poder corrompe ya lo sabemos. Pero condenar esa corrupción en el otro, cuando se está abajo, es tan fácil como justificar la propia cuando se está arriba. “Virus de altura” parece único en su especie porque su autora, antes que ajusticiar a sus colegas, prefiere exponer, incluso exagerar, su propio proceso de corrupción. El que comenzó cuando los carabineros que antes le daban miedo, ahora se le cuadraban a las puertas de La Moneda; cuando pasó de manejar su precario auto japonés a moverse en un cero kilómetros mientras su chofer volaba por la Ruta 68; cuando un carné exclusivo la hizo entrar a todas partes sin presentarse ni hacer la fila. En fin: cuando el poder la convenció de que ya no se llamaba Laura, sino Honorable Diputada, y debía comportarse como tal.

Su testimonio, a partir de ahí, deja de ser una denuncia y se transforma en una reflexión vivencial, incómoda, sobre la debilidad humana ante condiciones de privilegio: “He notado cambios en mí misma que me han aterrado. Del mismo modo en que a veces me veo actuando con mi hijo tal como lo hacía mi madre conmigo y yo juré nunca hacerlo, hoy reconozco en mis cambios elementos de todos aquellos personajes políticos que siempre aborrecí por disfrutar de privilegios que los distanciaban de los pueblos. […] Y me veo obligada a cuestionarme yo misma, a preguntarme si no seré una más que simplemente se engaña y cuyo verdadero motor es la aspiración de éxito y prestigio personal para darle un poco de sentido a la propia existencia”.

Si esto le ocurría a la diputada más joven del Parlamento (asumió con 32 años), a la primera que presentó proyectos de Responsabilidad Política e Iniciativa Popular de Ley, no cabe la esperanza de que su caso sea excepcional. Por eso sus confesiones también se pueden leer como un documento histórico, o diagnóstico médico alternativo, sobre el progresivo distanciamiento entre la clase dirigente y el resto de los chilenos a partir de 1990. “El cambio fue fuerte y brusco. Llegaron los cargos, las responsabilidades, el desarrollo del proyecto. Un desafío fascinante. Junto a todo esto también llegaron las grandes oficinas, los vehículos nuevos, los choferes, las secretarias, los trajes, los sueldos, los viáticos, las ceremonias, el protocolo, el poder, la autoridad. […] En las amplias y alfombradas oficinas vi que a varios les cambió la géstica y la mirada. Fueron adquiriendo una actitud de distanciamiento emotivo, casi de no compromiso. En los relucientes trajes también era evidente que su tonicidad muscular se modificaba. La forma de caminar, de sentarse, de pararse, de fumar o no. Cada uno se leía a sí mismo, se pensaba, se revisaba, se felicitaba”.

Estos retratos de la vida privada del Congreso, capturados por una ingeniera civil con ojo de antropóloga, se cuelan entre las grandes políticas que marcaron la Transición como queriendo iluminarlas desde adentro, desde la dimensión más íntima del enclaustramiento dirigencial. La pregunta que dejan es si más allá de las medidas de lo posible, con más o menos enclaves autoritarios, la crisis de representatividad estaba asegurada.

Laura Rodríguez concluye que sí. Que vivir rodeado de privilegios, aunque éstos respondan a una lógica de eficacia en el cargo, invierte la perspectiva de quien lo ejerce y lo disocia de sus representados: “Las modificaciones conductuales son de distintas características, pero la más evidente es aquella en que nuestra energía, nuestros intereses y toda nuestra atención es atrapada con mayor frecuencia por quienes tienen mayores privilegios que nosotros mismos, y quienes tienen menos, solamente están allí para satisfacernos. […] Sus tensiones, sus angustias y sus placeres cotidianos no tienen puntos de encuentro con los nuestros”.

El diagnóstico de Lala –como la conocían sus cercanos– diluye toda esperanza de consumar la democracia a través del Parlamento. Pero ese escepticismo, aunque amaga con patear el tablero, en realidad quiere poner una primera piedra. Sería inexplicable, si no, que hoy les sirva de guía a quienes llegan a ese mismo Parlamento con agendas de cambio tanto o más ambiciosas, ansiosos por bajarse el sueldo con tal de demostrar a qué llegaron. La señal que dejó Laura Rodríguez fue de advertencia: a ti también te puede pasar. O mejor, en sus palabras, “una voz de alerta para todos aquellos que nos reconocemos como parte del grupo de alto riesgo de contagio del ‘virus de altura’ y también un mensaje para quienes ensueñan con contagiarse algún día”. Una autoconciencia brutal, casi descarnada, sería el único antídoto posible contra el virus de altura.

Rodríguez cierra su testimonio confundida, porque sus subalternos les cuentan cosas que ella no puede ver. Descubre entonces que la pregunta más simple, y la más importante para ejercer su cargo, se le ha convertido en la más difícil de contestar: “¿cuál es la realidad?”.

Extractos de “Virus De Altura”

Síntomas del virus de altura
“Se lo experimenta en el pecho como una suerte de escozor que da la sensación de amplitud y de dominio. Por otra parte se produce una amnesia brutal, convenciéndose que todos los logros que uno ha tenido han sido única y exclusivamente gracias a las propias aptitudes, olvidando el camino recorrido y cuantos colaboraron en él.
[…] Tal vez como una forma de adaptación, aquellos privilegios que se nos brindan, primero son una asombrosa novedad, luego comenzamos a disfrutarlos, y por último terminamos considerándolos normales. La nueva situación de privilegio nos va exigiendo una conducta acorde con el trato, una conducta de privilegiado, una conducta de ‘autoridad’, que otros la perciben como exigiendo dichos privilegios”.

La Guardia de Palacio
“Recuerdo aquel día en que asumiera el Presidente de la República y fuimos los presidentes de partidos de la Concertación a saludarlo a La Moneda. Todos nos sorprendimos y maravillamos cuando la Guardia de Palacio se cuadró ante nosotros al momento de nuestro ingreso. Fue el hecho que más me impactó de todas las novedosas experiencias que viví en esos días. Se lo comenté a mis amigos y familiares. No sé bien qué fue lo que me llamó la atención de aquello, tal vez los 17 años de dictadura en que sentía a los policías mirándome como sospechosa y ahora era para ellos alguien respetable.

En menos de un año se ha producido en mí un cambio impresionante. Mis ingresos al Palacio de La Moneda son frecuentes, pero no puedo desconocer esa suerte de indignación que experimento cada vez que entro y algún guardia intenta detenerme. Afortunadamente, siempre aparece un oficial de mayor rango que me hace pasar, se disculpa una y otra vez y le explica al guardia quién soy. Entonces cruzo el Patio de los Naranjos con la frente en alto ‘tal como corresponde’.

Aquello que en un momento me maravilló, ahora empiezo a exigirlo. He visto a muchos políticos tratando muy mal a los guardias de Palacio, a los más democráticos, a los renovados y he tenido que contenerme para no hacer causa común con ellos, con los políticos, pero internamente lo he hecho”.

El carné de diputada
“Pero el mayor de los privilegios que me ha brindado mi cargo es la palabra ‘diputada’ antes de mi nombre. Cuando inicié mi gestión parlamentaria y tenía que recurrir a algún lugar público, en los mesones de ingreso solían preguntarme cómo me llamaba y yo, obedientemente, respondía. Me pedían carné y prendían en mi solapa una tarjeta que decía ‘visita’. Un día me encontré con otro parlamentario y al realizar este trámite me dice: ‘Pasa nomás, tú eres parlamentaria’…

Desde ese día nunca más estuve en las salas de espera como todas las personas. Casi como un gesto mecánico, cuando me piden mi carné ya no paso el de identidad sino uno rojo con tapa de cuero de la Cámara de Diputados, de esos ‘rompe fila’. Es tal la protección que me hace experimentar este documento, que cuando salgo de mi casa sin llevar cartera y ni siquiera dinero, lo único que pongo en mi bolsillo es el carné rojo. Es casi esquizofrénica la relación que he logrado con él. Cuando alguien me lo pide tiendo a indignarme, y si no me lo solicitan busco alguna artimaña para mostrarlo, por ejemplo cuando me han detenido por exceso de velocidad.

De Laura Rodríguez pasé a ser ‘diputada’ Laura Rodríguez, e internamente he reconocido cómo la percepción de mí misma es efectivamente la de ‘diputada’. Tiendo a mirar la realidad desde este prisma y espero que así se me mire también. Que se sepa que tengo mi carné rojo con tapa de cuero”.

Andrés Aylwin:

“Me decepcioné de muchas personas”

Andrés Aylwin Azócar (89) fue el diputado más cercano a Laura Rodríguez en el Congreso. “La quise mucho –recuerda–, hicimos una gran amistad a nuestras muy diferentes edades, porque compartíamos ideales y la forma de ser políticos, muy lejana al acostumbramiento de ciertos políticos a otra forma de vida, el ‘virus de altura’ contra el que ella reclamaba”.
¿Usted también se sintió decepcionado?
Muy decepcionado. No de todos, por supuesto, pero sí de muchas personas. Y en ese sentido me sentí muy interpretado por lo que decía Laurita, conversamos ese tema muchas veces, pero sobre todo lo vivimos.
¿Ese cambio de actitud debilitó el poder transformador de la Concertación?
Sí, eso influyó.
¿Y lo motiva el cambio de estilo que han querido imponer algunos diputados jóvenes?
Claro que sí, estoy totalmente de acuerdo con ellos. Y creo que en alguna medida se inspiran un poco en la figura de la Laurita porque además es muy carismática, llama a la imitación. Yo estuve con ella en concentraciones públicas y era una oradora de masas, una líder sobresaliente. Estaba destinada a hacer historia en Chile, de eso no tengo duda.

Gabriel Boric:

“Algunos nos dicen ‘pucha, yo me acomodé’”

En enero de 2014, Gabriel Boric (28) se preparaba para asumir como diputado de la República y publicaba en su Facebook: “Estoy leyendo Virus de altura, de Laura Rodríguez”. Como la líder humanista, también Boric ha ofendido la dignidad de la Cámara según algunos de sus pares, ataques que él ha respondido citando más de una vez el texto que leyó en el verano. Mientras el diputado Vlado Mirosevic ha sido aún más persistente en destacar, dentro y fuera de la Cámara, la inspiración de Rodríguez en su forma de ejercer el poder.“Laura Rodríguez es un referente en muchos sentidos”, dice Boric. “Ella acuñó la frase de ser un parlamentario ‘de cara al pueblo y de espaldas al Parlamento’, y tiene mucho sentido porque el Parlamento es un espacio súper elitario y además muy disciplinante, tiende a la homogeneización, entonces es muy fácil quedarse encerrado ahí. Por eso para mí ha sido importante mantener ciertas trincheras personales de resistencia”.
¿Como cuáles?
Son cosas tan simples como no tener auto y tratar de usar el transporte público, sea metro o micro, o colectivo acá en Punta Arenas. O estar en Fonasa y no en una Isapre, y por lo tanto atenderme por el sistema público si me llegara a enfermar. Esto no tiene que ver con una pretendida superioridad moral, sino con evitar una disociación de la realidad que te haga olvidar por qué llegaste ahí, a esa burbuja que es el Congreso.
Pero esa disociación cotidiana, ¿tiene efectos concretos en las políticas que se legislan?
Sí, tiene. Por ejemplo, en la votación del sueldo mínimo, del Multirut o del transporte, creo que efectivamente se legisla desde una disociación con la cotidianidad real.
Y en la interna, ¿cómo reaccionan a este discurso los diputados antiguos?
Mira, hay de todo. Algunos se acercan y nos dicen “pucha, yo me acomodé, de joven era como ustedes, ojalá que no les pase”. Otros dicen “ustedes me hacen cuestionarme cómo debieran ser algunas cosas”. Y a otros claramente les molesta, porque al marcar el contraste se hace más evidente esa disociación. Pero ojo que nosotros también estamos aprendiendo, en ningún caso nos las sabemos todas.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_gallery interval=”10″ images=”899,900″][/vc_column][/vc_row]

“Emocionante y conmovedor acto en homenaje a Laura Rodríguez” en Pressenza

Fuente: Pressenza

Con el frío presente pero con un gran calor humano entibiando el ambiente, además de una agradable música que sonaba en vivo por parte de la Banda Ramal, el pasado viernes 18 de julio, a las 20.00 hrs. se abrieron las puertas del Salón de Honor del ex Congreso Nacional, para que cientos de personas rindieran homenaje a Laura Rodríguez, quien fuera diputada humanista entre 1990 y 1992.

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Cuando se cumplieron 22 años de su partida y con el esfuerzo de sus familiares, la fundación que lleva su nombre y el diputado Vlado Mirosevic, se lanzó el libro “A quien quiera escuchar”, que reúne sus columnas e intervenciones, sus vigentes propuestas políticas y sus declaraciones respecto al tema de la muerte, cuando encaraba su enfermedad.

Robby y otros

Luego de la proyección de un video que agrupaba las acciones de la “Lala” en ejercicio legislativo y las declaraciones que ella hizo en la prensa de la época, subió al escenario Simón Ergas, hijo de la diputada humanista y editor del libro -con La Pollera ediciones. Con un discurso colmado de emoción, Simón compartió la lectura de la nota editorial del libro que él mismo escribió y que termina así: “Cuando Lala murió no sentí pena. Fue tan grande lo que dejó andando en este mundo que se hizo imposible percibir su ausencia. Recuerdo, con tintes de ensueño, el momento luminoso en que el cortejo fúnebre pasó junto al mercado y desde las florerías nos llenaron de colores. Ella hablaba como si de verdad la muerte no existiera. Eso, que no quedó escrito, también lo quisimos rescatar en esta edición”.

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Tras un instante de profunda reflexión, Simón Ergas continuó leyendo: “Una de las cosas que me dejó mi madre es un cuento que escribió poco antes de que naciera. El texto termina así: “No, no te dejaré, sé que no cortaré tu proyecto. Mi huida vida puede fracasar, mi absurdo cuerpo puede fallar, pero tú, tú…¡existe hombrecito!”. Por eso estoy acá, es nuestra editorial la que publicó este libro y hemos realizado el proyecto con un cariño desmedido”.

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Luego de esta sentida intervención, subió al escenario el jóven diputado Vlado Mirosevic, quien en medio de honestas lágrimas mencionó las razones de por qué se identificaba con la Lala, contando que cuando sólo tenía 14 años llegó a sus manos el libro original editado entonces bajo el título “A quien quiera escuchar”, texto que inspiró completamente su intención política y engendró sus ganas de colaborar por un Chile más justo e inclusivo. tal vez esta de arrate

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Además, Mirosevic agradeció inmensamente la voluntad y labor política y social del Partido Humanista, por su histórica y coherente lucha en función de humanizar la tierra.

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Octavio González, el nuevo Presidente del Partido Humanista subió al escenario después de las palabras de Mirosevic. Con gran elocuencia se dirigió a los presentes citando a diversos líderes de la humanidad que lucharon por un mundo sin guerras. Entre ellos mencionó a Laura Rodríguez, quien luchó activa y comprometidamente por el término de la violencia social y política en Chile y el planeta, levantándose como un referente para los posteriores humanistas. Al mismo tiempo, González fue enfático al plantear que las propuestas de la Lala se mantienen muy vigentes, fundamento suficiente para llevar su mensaje por delante.

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Después de esto, Rosita Ergas, fundadora y directora de la Fundación Laura Rodríguez se presentó frente a los asistentes para recordar que Laura Rodríguez acuñó la frase “De cara al pueblo y de espaldas al parlamento”, cuya esencia se reflejaría en todas sus acciones.

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De esta manera, Rosita abrió el micrófono para que otras personas, es decir, la misma gente, hablara y dijera su pensar. En ese contexto se levantaron las voces de quienes tuvieron la oportunidad de ser testigos presenciales del modo de trabajar de la diputada humanista, como también de aquellos que la historia les enseñó su trascendencia y se han sentido inspirados por su coherencia, convicción, paz, fuerza y alegría.

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Al terminar el acto, la actriz Paula Hunt junto a dos cantantes femeninas, adaptaron musicalmente dichos de la Lala y los entonaron con mucho entusiasmo y poesía.

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Con un coro multitudinario, los asistentes salieron y juntos compartieron un pequeño brindis, mientras se asombraban al ojear las páginas del libro de tapa naranja, que hoy recoge la propuesta humanista de Laura Rodríguez y que representa la importancia de compartir un legado y de transmitir ese mensaje “A quien quiera escuchar”.

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Subdirectora de Cultura, Lilia Concha: “La literatura debe servir para recuperar la memoria de personajes como Laura Rodríguez”

Fuente: CNCA

“Los libros, la escritura y literatura deben servir para recuperar la memoria de  personajes como Laura Rodríguez, que son un aporte para la democracia en Chile”, dijo la subdirectora de Cultura, Lilia Concha, tras asistir a la presentación del libro “A quién quiera escuchar”, con ensayos de la diputada del partido Humanista, Laura Rodríguez, a 22 años de su muerte.

Al encuentro que se realizó en el ex Congreso Nacional, asistieron más de 300 invitados y diversas personalidades como Marco Enríquez-Ominami, Jorge Arrate, Florcita Motuda, entre otros.

Para la autoridad cultural, Laura Rodríguez hizo un aporte sustantivo a la recuperación de la democracia. “Su estilo como parlamentaria es un modelo de cómo debiera ser un diputado o un senador en Chile: muy comprometida con causas justas, actuando siempre con mucha consecuencia, con mucho coraje. Prácticamente una visionaria que puso temas en un tiempo en el que parecían una locura y en los que hoy Chile ya está cada vez más de acuerdo”.

Entrevista a Vlado Mirosevic en El Mostrador: “Homenajeamos a una Laura Rodríguez alegre y rebelde”

Fuente: El Mostrador

Al cumplirse los 22 años de la muerte de la ex diputada del Partido Humanista, Laura Rodríguez, el diputado liberal Vlado Mirosevic hizo un sentido homenaje este martes al legado de la parlamentaria en el hemiciclo de la Cámara de Diputados.

Según afirmó Mirosevic en su discurso en la Cámara de Diputados, “Laura fue una mujer de avanzada, sus causas de hace 22 años, aún siguen estando tremendamente vigentes”.

De esta manera, el diputado liberal recordó que “ella fue la primera en presentar –a inicios de los 90– la Ley de Divorcio y Ley de Aborto Terapéutico, además de proponer el Servicio Militar como voluntario y de defender a las minorías étnicas y pueblos originarios”.

La diputada Laura Rodríguez representó al distrito de Peñalolén y La Reina en la primera legislatura después del retorno a la democracia, siendo la única diputada electa del Partido Humanista, pero un fulminante cáncer le impidió terminar su mandato, falleciendo en 1992.

Según mencionó Mirosevic “ella fue una mujer valiente, que hizo preguntas incómodas en un periodo donde la transición pactada no las aceptaba”. En esa misma dirección, dijo que “este Congreso tiene mucho que aprender de Laura Rodríguez y hoy la homenajeamos por su alegría y rebeldía no violenta”.

Mientras Rodríguez fue presidenta del PH, fundó la Concertación y participó activamente en la campaña del NO. Luego su partido la nominó como precandidata presidencial del conglomerado, siendo la primera mujer en la historia de Chile en esas instancias. Luego resultó electa diputada por el distrito 24.

Este viernes 18, la Fundación Laura Rodríguez relanzará el libro A quien quiera escuchar de la ex parlamentaria, con un evento en el Salón de Honor del Congreso en Santiago a las 19.00 hrs.

Finalmente, Mirosevic hizo referencia en su homenaje a la manera en que la ex diputada enfrentó la muerte: “Laura nos dio una clase de cómo enfrentar la muerte, ya que a diferencia de Occidente, ella lo hizo con aceptación y entendiendo que la muerte también puede ser transcendencia, por medio de la acción de otros”.

“Cavilacion​es de Juan Emar, el bestiario clandestino de su obra” por Víctor Minué para El Mostrador

Fuente: El Mostrador

Cavilaciones, es el último e inédito hallazgo literario del escritor chileno Juan Emar, rescatado de un manuscrito fechado en París en el año 1922.  Sí, el mismo ultracitado año donde aparecieron para siempre obras como el “Ulises” de Joyce, “Tierra Baldía” de Eliot y “Trilce” de Vallejo, o “Desolación” de Gabriela Mistral, para ser más próximos. Cavilaciones  – La Pollera Ediciones –  que se terminó de escribir en marzo del citado año, es una especie de ars-creative ocultista e íntimo del escritor, escrito para sí mismo, para aclararse y convencerse, volver a él o ser olvidado, pero en ningún caso pensado para ser publicado, así se sugiere en el prólogo y así se deduce al concluir el libro.

La obra de Juan Emar es extraña, singular y como toda voluntad vanguardista, ambiciosa, pero por sobre todo magnética para destacados escritores contemporáneos como Zambra, Gumuccio, el argentino Cesar Aira o el mismo Enrique Vila-Matas quien prologó la reedición de “Un año”, 2009. También es exigente, sus lecturas piden un lector enérgico que complete/sabotee su mundo alucinado. Se podría decir que Juan Emar, al igual que el poeta Rodrigo Lira, comparten –además de la calvicie prominente– un mismo origen de renacimiento póstumo, gracias a la subterránea lecturas de jóvenes universitarios o círculos más académicos; primeros entusiastas furiosos de sus obras que obligaron en base a relecturas, las reediciones de sus libros que estaban detenidos en el pasado y en el futuro.

El último publicado de Juan Emar  invita a entrar a la “sala de máquinas” de su bestiario creativo, pero sin entrar del todo, siempre en el umbral, ya que el cuaderno de anotaciones se muestra inacabado y disruptivo, escrito como por  una indisciplina organizada de elegante prosa emariana, que propone entregar pistas para explicarse así mismo su vocación artística, la conciencia de esta y las formas de la locura. Es así como el escritor nos habla de sus horas dentro de una ruinosa bóveda, “un molino, en donde sentía desordenadamente, desde adolescente, el contacto voluptuoso con la naturaleza. Contemplación y soledad en un juego de esencias sensitivas”, a veces devorado por visiones oscuras “semillas ponzoñosas, las flores de negrura satánica”, padeciendo lo que el mismo llamaba “sensibilidad enfermiza”, maldororiana.

En el pasaje “Escribir para sí y para los otros”, (en el libro se respetaron los subtítulos que dejó, reorganizados por los editores gracias a un meritorio trabajo de transcripción “forense” literaria) Álvaro Yáñez Bianchi o simplemente “Pilo” para los cercanos, escribe: “La obra nunca, aunque es propia en el sentido autoral, está hecha para todos los seres. Ninguna obra es personal, si en el sentido de su forma o carácter, mas no en el sentido de la propiedad, está concebida por un cerebro personal para ser fecundada por el mundo, por cada individuo para apropiársela, el problema es cuando el mundo es impotente”.

Termina, como pronosticando, la cruel recepción que tendría su obra en la crítica de ese tiempo, liderada por Alone. Agregaría en seguida: “El autor que no hace una obra para los demás, lo hace como acto masturbatorio”.

En alguna medida, Cavilaciones podría ser el laboratorio teórico y experimental sobre el que después desplegará los escritos de arte en el diario La Nación entre 1923 y 1927, desde ahí, con inconmovible vocación vanguardista, se deslindará del criollismo, y hará de la indistinción su estandarte,  influenciado por Huidobro, a quién publicó parte de “Altazor”,  Lautréamont, Felisberto Hernández o algunos surrealistas peruanos como Martín Adán o Cesar Moro.

Hasta ahora se han reeditado, “Ayer”, “Diez”, “Un año”, “Miltín” y una inencontrable edición de “Umbral”, un monstruoso libro de 5 mil páginas, que lo enclaustró en Vilcún hasta su muerte en 1964.

Cabe apuntar, aunque muchas veces dicho, que Juan Emar, es el más tempranero e inobservado renovador de la novela chilena, silenciado como todo adelantado a su época, fue capaz de cruzar slapstick literario, surrealismo, y misa negra en distintos experimentos de novela metafísica, social, o antinovela, como se quiera.  Tanto para “emarianos”, como para los  valientes que decidan leer por primera vez este  especie de documento clandestino, deberán ser cómplices del juego o voyeurs extorsivos de sus Cavilaciones.

“Exposición y libro inédito reviven a Juan Emar a 50 años de su muerte” por Roberto Careaga para La Tercera

Sintió que se despertaba después de un profundo sueño y estaba en una habitación desconocida. Juan Emar (1893-1964), cuando era adolescente y todavía ni pensaba usar ese nombre, sintió como si no supiera en qué lugar del planeta estaba. “No me encontré tan completamente natural hallarme sobre la Tierra, no me hallé satisfecho con las explicaciones que sobre los objetos y seres que me rodeaban me habían dado (…) Me sentí desconcertado aquí en el mundo y aun me sentí extraño dentro de mi propio cuerpo”, escribió en París en 1922.

Por entonces su único nombre era Alvaro Yáñez y era un aspirante a artista, ya sea escribiendo o pintando, que vivía en Francia junto a su esposa. Ocupaciones tenía pocas, apenas algunas gestiones en la embajada chilena en París. Pronto volvería a Chile con un conocimiento de primera mano de las vanguardias francesas, el que sería el material para sus Notas de Arte, en el diario La Nación, de propiedad de su padre. Ahí Yáñez estrenaría su seudónimo: Juan Emar venía de la expresión francesa “j’ en ai marre” (estoy harto). Bajo ese nombre iba a convertirse en uno de los sorprendentes y enigmáticos escritores chilenos.

En esos días, entre los escritos de Emar estaba ese texto sobre su desconcierto ante el mundo: era el chispazo de Cavilaciones, un libro de reflexiones sobre los misterios de la meditación y el pensamiento, como también de la inspiración artística. Inédito y desconocido, el volumen es publicado por La Pollera Ediciones al cumplirse 50 años de la muerte del autor de Ayer.

El libro fue lanzado el martes pasado en la Biblioteca Nacional, donde también se inauguró la exposición ¡Estoy Harto!, que recoge manuscritos, parte de sus dibujos, primeras ediciones y las Notas de Arte que publicara. Es un recorrido de su ruptura: contemporáneo de Vicente Huidobro, emprendió una guerra contra el criollismo narrativo que lo llevó a publicar en 1931 Miltín 1934, Un año y Ayer, tres novelas alegóricas en los límites de lo fantástico que, años después, llevarían a Pablo Neruda a llamarlo el “Kafka chileno”.

Autor de culto por excelencia de las letras locales, Emar publicó en 1937 un último libro, Diez, y luego se retiró al fundo de su familia, en Quiltripe, a escribir sin pausa ni apuro una obra monumental: al morir dejó cinco mil páginas de Umbral, una novela inconclusa que fue sólo publicada en 1996 por la Biblioteca Nacional. Ese lanzamiento fue la punta de lanza de una recuperación de sus críticas artísticas y toda su faceta como pintor. En 2011 se lanzó Don Urbano, con raras ilustraciones, y Cartas a Guni, que recoge su relación con Carmen Cuevas Mackenna, quien lo impulsó a seguir con Umbral.

POETICA Y PERDIDA

Con la publicación de Cavilaciones parece cerrarse un ciclo: en el origen de toda su obra están estas notas que, en su afán reflexivo pero también narrativo, podrían considerarse como la poética perdida de Emar. El volumen fue editado por Simón Ergas y Nicolás Leyton, fundadores de La Pollera, quienes trabajaron sobre un manuscrito fechado en 1922 y corregido en 1940. También había un índice, pero como anotan los editores, “nunca fue revisado por Emar pensando en una publicación”.

Narrador ameno, Emar inicia sus reflexiones precisamente en torno a la idea de cavilar: en vez de conversar y debatir con amigos sobre los temas que lo desvelan, cosa que le es “francamente insoportable”, prefiere escribir sobre ellos. “Contentándome con sólo sugerir interrogaciones he producido el caos en mi cerebro y hoy quiero hacer un inventario de ese caos”, añade.

Lo que sigue es un relato sobre cómo paso de ese desconcierto inicial a una fase de meditaciones en el campo para intentar comprender el sentido de la realidad. Luego fue a los sueños, “vinieron también las mujeres (…) luego diabólicas orgías. Por último ciertos seres monstruosos”. En la segunda, tercera y cuarta parte de Cavilaciones, Emar disecciona temas como la conciencia, la relatividad, el arte, la locura, los fantasmas. “Hallar soluciones, hallar verdades, no pretendo (…) Lo que yo escribo son solo cavilaciones. Es cuanto puedo hacer en mi rincón de anciano: ¡cavilar, cavilar y cavilar!”, escribe Emar en este libro que suma otro enigma a resolver a su obra.