Entrevista a Andrés Montero en Libros Al Aire

La vida circense y la inspiración de uno de los clásicos más importantes de la literatura fueron la fuentes de inspiración para que Andrés Montero, escritor, decidiera dar vida a Tony Ninguno, libro publicado por La Pollera Ediciones durante el mes de junio. Así es, como el relato nos cuenta una historia situada en los años 60, donde un árabe llega a un circo Latinoamericano y deja a un niño al cuidado de los artistas, a cambio de unos libros para una pequeña del lugar.

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“Las mentiras de Andrés Montero” en Descartes periódicos por Juan Rodríguez

El martes 26 de julio publiqué, en la sección Cultura de El Mercurio, una entrevista al cuentacuentos y escritor Andrés Montero, a propósito de su novela Tony Ninguno (La Pollera Ediciones). En la nota escribí que en esta novela hay “mucho de ilusión y realidad, de mentira y verdad. Mucho de literatura: un misterioso árabe, que lleva consigo una copia de Las mil y una noches, llega al Gran Circo Garmendia junto a un silente niño. El niño y el libro se quedan a cargo de una joven trapecista que, sin embargo, empezará a ganar fama contando las historias de Sherezade. El resto -narrar y vivir lo narrado- se sigue de ahí”… Estas son las preguntas y respuestas completas.

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“Juventud sin épica, juventud rebelde” por Juan Rodríguez en El Mercurio

Con 24 años, la chilena Constanza Gutiérrez publica su primera novela, “Incompetentes”, el retrato de un grupo de adolescentes, no triunfadores, durante la toma de su colegio.  
Juan Rodríguez M. Si el éxito, el triunfo, el emprendimiento, el activismo son el imperativo social; la resistencia a ese orden, el disturbio, la subversión, ¿no debería habitar en el fracaso, la apatía, la incompetencia, en la inutilidad? ¿O personas así solo serían desechos de la civilización? ¿Restos? ¿Pruebas del triunfo del “sistema”?

Constanza Gutiérrez es chilena, chilota, licenciada en Literatura, tiene 24 años, en 2011 ganó el Premio Roberto Bolaño con su cuento “Arizona”, y en 2013 -con otro relato, “Las cinco de la tarde en algún lado”- el Primer Concurso Literario sobre la Ilegalidad de la Marihuana en Chile. Ahora publica su primera novela, “Incompetentes” (La Pollera), elogiada por críticos como Rodrigo Pinto -“es una demostración de que se puede escribir bien, con naturalidad y cuidado, sin innecesarios alardes metaliterarios”- y escritores como Diego Zúñiga. En ella pone en escena, precisamente, a un grupo de inútiles, o de “incompetentes”, como anuncia el título.

¿A qué escritores se siente cercana? Nunca lo ha pensado, dice -“supongo que porque aún no logro pensar en mí como ‘escritora'”-, pero sí tiene claro que admira a Alejandro Zambra -“mucho, mucho”-, a Diego Zúñiga, Juan Pablo Roncone, Daniel Villalobos -“su libro ‘Sur’ me gustó un montón”-. “También a León Álamos, que hace poco publicó un libro de cuentos llamado ‘Discocamping'”. Además de las letras de cantautores como Alex Anwandter y Milton Mahan.

Sin compromisos

A pesar de que “Incompetentes” está situado en una toma, lo que rige a los estudiantes es el desinterés: por las asambleas, por el futuro, por la comida que se preparan. La narradora y protagonista es Laura, quien nos habla de ella, de sus compañeros y de un día a día ajeno a toda épica o entusiasmo; ajeno, también, a toda presencia adulta.

¿Qué es lo que provoca esa desafección? “En realidad, la toma de los niños del libro no tiene nada que ver con compromisos políticos”, explica Gutiérrez. “El colegio es uno de esos que recibe a los expulsados de otros y los protagonistas no están interesados en hacer valer ningún derecho, solo se aprovecharon del pánico, de que otros alumnos, en otros colegios, lo estaban haciendo. Querían un lugar para esconderse del resto, nada más, y las ganas de ocultarse vienen de que nadie los tome en cuenta. Si nadie te quiere aceptar en un club, con el tiempo puedes generar cierto orgullo marginal y no querer ver a sus miembros nunca más. Eso es”.

Unas palabras de Laura definen, quizá, la atmósfera: “Al final, y por mucho que uno se queje, se abraza la miseria como se abraza cualquier cosa en la que hayamos sido criados: por la fuerza de la costumbre”. Una visión que Gutiérrez no comparte “para nada”. “Sí creo que es difícil desasirse de cosas con las que te machacaron desde niño -a eso se refería el fragmento, a la manera en que te educaron- y que desaprender es un proceso bastante largo y difícil”.

– ¿Qué deberían desaprender los personajes de tu novela?

“Bueno, son varios personajes. Son distintos. En general, estaría bueno que supieran que el colegio da lo mismo y que sacarse malas notas no dice nada de ellos más que el hecho de que no están preocupados por eso. Pero seguro lo saben, por algo se encerraron. Los que no lo saben son sus papás y sus profes”.

“Finado odioso le hace la vida imposible a su novia-viuda” por Fabian Llanca para Las Últimas Noticias

Simón Espinosa publica embriagador texto escrito en décimas

L a publicación del libro La casa del Sordo , de Simón Espinosa, es una rareza por donde se le mire. Se trata de una obra de teatro, poco usual en las estanterías nacionales; y, además, está hecha en décimas.

“Esta historia fue escrita tres veces”, apunta el autor, aludiendo al devenir de Armando Prieto, un cadáver que intenta no alejarse de su doliente novia Aurelia. El finado transita el umbral de la vida y la muerte jorobando en la medida de lo posible. Esta dualidad está representada en el escenario, mitad bar venido a menos y mitad cementerio.

En las dos versiones iniciales había algo que no cuajaba. “Había una atmósfera tradicional y urbana que la prosa y el diálogo no tocaban, faltaban colores”, recuerda Espinosa. “La métrica y la rima de la décima llegaron de pronto, por sugerencia de un gran amigo a quien está dedicado el libro, y simplemente quedaron bien, no hay motivos intelectuales detrás, ni un intento académico de salvar el recurso dramático”, aclara.

–En cierta forma, un bar es un cementerio.

–Totalmente. La muerte y la borrachera son amigas, o eso sospechamos los que nos emborrachamos y no hemos muerto. Hay bares en Santiago que permiten fácilmente entrar en una atmósfera fantasmal después de unos tragos. El alcohol puede generar una lucidez muy extraña si se toma en las cantidades correctas.

–¿Cómo es el Sordo?

–Es un porfiado, como cualquier persona que se rehúsa a morir. Sabe que aún no ha sido olvidado, siente que le reza y le llora su novia-viuda, puede oler las flores que le van a dejar a su tumba y lo único que quiere es que se lo coma el olvido, pero los vivos le tenemos demasiado miedo a la muerte como para olvidarnos de los que ya no están. El Sordo representa todas las proyecciones fetichistas que los vivos hacen, es la tumba que se construye, pero que se transforma en animita por puras supersticiones, ritos religiosos y otras formas de copucha.

–¿Cuáles son las complejidades de escribir en décimas?

–Es entretenidísimo, es un puzzle muy lindo. Lo más difícil es interiorizar el verso octosílabo, vale decir, poder armar frases de ocho sílabas que tengan una gramática y sintaxis correcta. Después de eso, el resto es rimar. No es muy difícil, simplemente hay que darse maña y ser flexible.

–¿Tiene algo que ver “La Negra Ester” en esta opción?

–Por supuesto, “La Negra Ester” es uno de los tesoros de la cultura popular chilena y un norte al que me encantaría llegar. Si bien no hay referencias, la tradición siempre tiene carácter patrimonial; es decir, está presente de manera colectiva en la sociedad. Yo y muchos hemos visto la obra y probablemente no podemos olvidarla, de la misma manera que un cuequero no puede obviar la influencia de Violeta Parra, aunque componga una obra completamente distinta.

Simón Espinosa reconoce que “es fácil frustrarse cuando la rima no calza o la palabra que habías escogido no funciona, pero con un poco de elongación y vino todo se suelta”.

“La Pollera Ediciones y la mano del destino”, entrevista en Objeto: libro

La Pollera es la editorial chilena que publicó a José Edwards, Gabriela Mistral y su versión extendida de Poema de Chile, y por estos días se encuentra preparando una edición de Juan Emar. Tiene apenas dos años de existencia, y de manera muy azarosa, ha ido armando una interesante línea de recuperación histórica de la literatura chilena.

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