Adelanto de La imposible ruptura del señor Espejo y otros cuentos de José Edwards

Un día cualquiera, a una hora imprevista, el arquitecto N recibió una visita para la cual no estaba, ciertamente, preparado. Se trataba de un señor moderadamente gordo, de cuello corto y cabellos grises, premunido de una inquietante mirada entre angelical y vidriosa, a la vez paternal y transparente como la mirada de un inmenso regalo o juguete de pascua. Después de sentarse cómodamente, sacó de su cartera una inmaculada tarjeta que le obsequió sin mayores comentarios; la tarjeta decía así: M. BENEFACTUS.

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“Rescatan la obra de José Edwards, el escritor más tímido de Chile”. Por Jazmín Lolas para Las Últimas Noticias.

“¿A dónde vamos? ¿A dónde voy YO? A dónde van ustedes, lectores, me importa menos. Por lo que yo sé, a lo mejor ustedes no existen”, escribe José Edwards en “La jaula”, un relato inédito incluido en una antología de sus cuentos que será presentada esta tarde en la Biblioteca Nacional.

Además de curioso, el párrafo es doblemente revelador. Refleja el estado en el que permaneció la obra del autor chileno antes de su muerte -escribía, pero no publicaba y, por lo tanto, lectores propiamente no tenía- y habla además de los grandes temas que recorren en su trabajo literario: el escepticismo y el desasosiego.

Integrada por 28 cuentos (la mayoría inéditos), la compilación que se lanza hoy -bajo el título La imposible ruptura del señor Espejo- es parte de un proyecto de La Pollera Ediciones destinado a rescatar su excéntrica y sorprendente producción, en la que también se encuentran ensayos y obras de teatro (ver recuadro).

Si bien estudió arquitectura y se ganaba la vida ejerciendo esa profesión, José Edwards, nacido en 1910, se involucró estrechamente con los autores de la generación del 38, entre ellos Eduardo Anguita, y escribía con perseverancia.

“Siempre fue parte del ambiente literario y participaba en tertulias y comidas. Era reconocido por su sentido del humor, aunque también tenía su lado serio: según me han contado, si alguien le caía mal, lo mandaba a la cresta sin problemas”, comenta Simón Ergas, coeditor de la antología junto a Nicolás Leyton.

Ergas cuenta que Edwards empezó a escribir tardíamente, a los 40 años. Y que su gran motivación fue desahogarse de su tensión con la existencia, sobre la que se cuestionaba obsesivamente y para la que no eran suficientes las respuestas del catolicismo, su religión.

“Escribía solo, en su casa, y para él mismo. Era tímido y por eso no publicaba. Pero era un narrador muy talentoso y con mucha coherencia. Revisando su material, nos dimos cuenta de que no escribía al voleo, sino que estaba en una búsqueda, tratando de responder lo que nadie ha respondido. Por eso sus relatos siempre tienen desenlaces absurdos”, dice el editor.

De las historias que ofrece el volumen, diez fueron publicadas de manera póstuma en 1974 -cuatro años después de la muerte del escritor-, bajo el título Post data y con prólogo de Eduardo Anguita.

Entre ellas se encuentra “La peluca”, narración protagonizada por Vicente Primerovsky y Vicente Segundovich, empleados de una farmacia que se ven envueltos en una delirante experiencia de confusión de identidades.

“Escritor póstumo: ¿Quién es José Edwards?”. Juan Ignacio Rodríguez para El Mercurio.

Hoy es el lanzamiento de “La imposible ruptura del señor espejo y otros cuentos” , de este desconocido miembro de la Generación del 38.  
Juan Ignacio Rodríguez Medina “Para mi abuelo había sólo dos escritores: Dostoievski y José Edwards”, cuenta Rafael Gumucio, nieto de Enrique Araya. José Edwards (Santiago, 1910-1974) fue un arquitecto para quien el objetivo de su profesión, “la Esencia misma de la Arquitectura”, no era reproducir a escala humana el cosmos, sino que el “Paraíso”. O, más precisamente, eso es lo que Edwards le hace decir al arquitecto N, el protagonista de “El paraíso”, primer relato del libro “La imposible ruptura del señor espejo y otros cuentos”, que La Pollera Ediciones lanzará hoy en la Biblioteca Nacional y que se podrá comprar en librerías y en www.joseedwards.cl

Un “libro objeto”, dicen en la editorial, pues cada cuento está ilustrado por Rafael Edwards, hijo de José. Son 28 historias, con títulos como “Escribe dios” u “Orgía en el subterráneo”, que forman parte de un rescate literario, financiado con un Fondo del Libro, y que incluirá durante este año otros dos volúmenes: uno de ensayos y mitologías y otro de teatro.

Salvo por algunos artículos que aparecieron en revistas, lo único que se conocía de José Edwards era “Postdata” -también ilustrado por su hijo-, una selección de sus cuentos realizada por Eduardo Anguita en 1974, tras su sorpresiva muerte, el 10 de septiembre de ese año, debido a un paro cardiaco.

Generación del 38

“Eduardo Anguita era una visita frecuente en nuestra casa -cuenta Rafael Edwards-, y se quedaban con Pepe conversando y caminando en círculos hasta altas horas de la noche. Por lo general, los temas de conversación estaban por encima de mis capacidades e intereses, pero el tono era casi siempre apasionado, con silencios prolongados cortados por carcajadas súbitas. Era un complot”.

Esa amistad, además de sus relaciones con distintos autores de la época -Enrique Araya, Juan Tejeda, Enrique Bunster y Francisco Olivares- sitúan a Edwards como parte de la Generación del 38. Aunque no fue hasta 1950, después de casarse con la hermana de Isidora Aguirre, Ignacia, que el arquitecto comenzó a escribir.

“José Edwards pertenece al canon paralelo de la literatura chilena -explica Cristián Warnken-; ahí están Alfonso Echeverría, Omar Cáceres, y tantos otros. Son escritores ‘quemados’ por el fuego de las grandes preguntas metafísicas, esas que parecen abandonadas en la narrativa promedio que se hace hoy. Sus cuentos, o más bien narraciones metafísicas, tienen algo del humor kafkiano, la sensación de un absurdo desopilante, detrás del cual se percibe un anhelo de sentido”.

Para Warnken, Edwards “ha sido una fuente, uno de esos milagros de nuestra narrativa que pocas veces se acerca al vuelo y dimensiones de nuestra tradición poética”. Con entusiasmo, afirma: “Celebro esta ‘resurrección’ literaria de José Edwards, el alma gemela de Eduardo Anguita, uno de nuestros pocos autores a la altura del misterio de ser, ese que para muchos hoy es tan poco cool , tan irrelevante, literariamente hablando”.

Rafael Gumucio agrega: “Es un escritor de un humor muy británico, impávido, que no hace grandes piruetas ni tiene demasiadas ilusiones. Con una sensibilidad absolutamente lejana al criollismo en boga por entonces. Es un auténtico olvidado de la literatura chilena, que está lleno de olvidados que muchos recuerdan, como Juan Emar”.

¿Por qué José Edwards no publicó en vida? Responde su hijo: “Hay quienes elucubraban que por timidez o dejación. Yo discrepo; mi percepción de Pepe fue y es la de una persona extremadamente inquieta, especialmente en el aspecto intelectual. Comenzaba a escribir a partir de la medianoche, cuando todos se iban a dormir, y trabajaba hasta el agotamiento y las primeras luces de la mañana. Mi propia especulación al respecto es que Pepe no tenía interés alguno en ser reconocido. Escribir para él era en muchos aspectos un fin en sí mismo, era su propio público, del mismo modo que era aficionado a reírse de sus propios chistes. Creo que a él no le interesaba predicarle a nadie, sólo llegar a las grandes incógnitas, a las grandes preguntas”.

En su diario, Edwards anotó: “El hombre, sumido en la perplejidad, termina por acomodarse a ella; la acuna, la describe utilizando cientos de miles de palabras que no conducen a nada. La transforma en Literatura”.

Sobre lo que espera que ocurra con la obra de su padre, Rafael Edwards señala: “Creo que el acto de publicar esta obra concluye con su lanzamiento. Si esta obra y este autor son vistos como relevantes, el público los sabrá recoger; y si no pasa nada, no podemos forzarlo. Nuestra ‘misión’ es dar a conocer a José Edwards y su obra, porque creemos que vale la pena, queremos compartir algo que nos ha hecho reflexionar, reír, angustiarnos y volver a hacernos las preguntas más importantes: ‘quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos?’. Creo que Pepe, dondequiera que esté ahora, sabrá apreciar eso”.