«No la vayas a soltar, Antonio. No vayas a caer en sus manipulaciones. Ella está siempre probando los límites donde manejar un adulto». La inspectora Verónica me mapeaba las instalaciones del colegio y hablaba sobre formularios, anotaciones, turnos, salas audiovisuales, comunicados, pero rápidamente volvía a Agustina Silva. ¿No podía descuidarla o no podía descuidarme? Sería profesor de todos los cursos de enseñanza media, pero, según escuchaba, lo primordial era reprimir los caprichos de una adolescente inmanejable, grosera y mentirosa.
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