Puedo, seguramente, hablar aquí, en la portada, en el umbral, de mis protagonistas, mostrarlos conversando entre ellos en la oscuridad de los interminable inviernos, en medio de las noches heladas, excesivas, intensas, inconmensurables, mirando en sus horrores, en sus odios, en sus dudas, en sus no terminadas traiciones, en sus imprecisos desolados recuerdos, la ciudad que no existía, que no podía existir entonces, que era tan sólo presentimiento total e impostergable.
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