“A setenta años del Nobel: el legado político de Gabriela Mistral que Chile no quiere reconocer” por Meribel González en El Desconcierto

Fuente: El desconcierto

Fue presentada como la “Reina de la Poesía de toda América Latina”por el Rey Gustavo de Suecia. Un reconocimiento que salió a la luz un 10 de diciembre de 1945 y que convirtió a Lucía Godoy Alcayagaen la primera latinoamericana en recibir el Nobel de Literatura.

Una noticia que la “aturdió” porque no la esperaba, y es que hasta entonces, todos sus libros habían sido publicados por primera vez en el extranjero. Seis años más tuvieron que pasar, para que Chile le entregara el máximo reconcomiendo nacional en las letras, Gabriela no era profeta en su tierra, y recién en 1951 fue nombrada Premio Nacional de Literatura.

Detrás de los reconocimientos y las pretensiones del mundo literario al que las elites culturales la invitaban, su pluma transformadora persistió hasta los últimos momentos de su vida, “hay que medir el país desdoblando los pliegues de la cordillera y volviendo así, horizontalidad lo vertical”, decía Gabriela Mistral.

Pero su legado más político, el de la profesora de provincia formada de manera autodidacta, más crítica que cómplice de la educación pública, ha tardado décadas en llegar a la gente que la inspiró. Da la impresión de que para Chile, es más relevante saber sobre su sexualidad o escrudiñar en su vínculo maternal con Yin Yin. Gabriela Mistral fue una mujer de su época, una sociedad que no estaba preparada para el virtuosismo de una mujer sencilla, que sorprendió al mundo con la fuerza de sus palabras.

Pero nunca es tarde. El investigador Diego del Pozo realizó una importante selección de los artículos de la poeta que componen Por la Humanidad Futura. Antología política de Gabriela Mistral, publicado por la Pollera Ediciones. Un trabajo que rescata su posición frente a la contingencia política, social y del ámbito de la pedagogía.

Sobre la falta de reconocimiento a la obra mistraliana, del Pozo sostiene: “Aparte del conocido poema Piececitos (Piececitos de niño, / azulosos de frío, / ¡cómo os ven y no os cubren, / Dios Mío! …) que mayormente ha sido leído como un poema de carácter pueril a pesar de su fuerte discurso crítico ante la pobreza infantil, el resto de la obra de Mistral aún permanece distante de los escasos lectores nacionales”.

Y es que el vínculo de Gabriela Mistral con el folklore no fue una relación teórica, el folklore fue una de las materias que “le formaron el estómago”, decía el investigador Fidel Sepúlveda Llanos, “era normal. El Valle del Elqui hasta la fecha es un nicho antropológico prieto de folklore. Mitos, leyendas, ritos, creencias, cuentos, artesanías, etc. Capilaridad entre lo cósmico, lo humano y lo divino”.

Nada más elocuente para comprender la prosa de Mistral que las palabras del poeta Germán Carrasco, “nada más lejano al corsé de la métrica preciosista o pseudoperfeccionista que la poesía de la Mistral: lo de ella es canto sin patrón en el sentido métrico y en el sentido social. O por decirlo de otra manera, se trata de una vanguardia natural”.

Gabriela Mistral fue profesora antes que escritora, y es que la educación jugó un rol fundamental en su vida. Sus capacidades traspasaron fronteras, y fue invitada por el gobierno mexicano a colaborar con la reforma educacional y la creación de bibliotecas populares en 1922.

Su fama de escritora corría de forma paralela, ya que fue ese mismo año en que apareció en Nueva York, Desolación, su primer libro publicado bajo el alero del Instituto de Las Españas, dirigido por el crítico literario español Federico de Onís.

Para la poeta, el contacto con el mundo exterior se convirtió así en una oportunidad para mostrar al mundo su prosa, una extranjera que sabía hablar de la diferencia,”el xenófobo ha ganado la batalla: ahí está un hombre muerto diciendo, con las facciones de su rostro y con las rigidez de su cuerpo, que es posible morir en un mundo cristiano, budista o mahometano, sólo porque las facciones de su rostro difieren de las suyas”, sostenía Gabriela.

Para Mistral, su condición de mujer también la inspiró a levantar un discurso claro en contra de toda opresión: “y es que a medida que la luz se hace en las inteligencias, se va comprendiendo su misión y su valor y hoy ya no es la esclava de ayer sino la compañera igual. Para su humillación primitiva, ha conquistado ya lo bastante, pero aún le queda mucho de explorar para entonar un canto de victoria”.

Hoy regresa Gabriela Mistral de forma pasajera, vestida de homenajesy celebraciones, pero es justo acercar sus ideas a quienes las inspiraron, “recuerdo la legión de profesores y maestros que muestran al extranjero sus escuelas sencillamente ejemplares y miro con leal amor hacia los otros miembros del pueblo sueco: campesinos, artesanos y obreros”. Así saludaba Mistral al mundo, al recibir el máximo reconocimiento en las letras.

Entrevista a Federico Zurita en Libros al aire

Lo Insondable es el más reciente trabajo del escritor Federico Zurita, novela publicada bajo La Pollera Ediciones que se une a su anterior trabajo El Asalto al Universo, publicado el 2012. El escritor, que recibió el primer lugar en el concurso de cuentos de Revista Paula durante el año 2014, plantea su nuevo relato como una novela con matices de cuentos, debido a que los relatos se pueden leer tanto de forma autónoma, como también en forma de unidad, otorgándole libertad al lector.

Federico Zurita también es Doctor en Literatura con mención en Literatura chilena e hispanoamericana en la Universidad de Chile y participó en Relatos del Capitán Yáber, también publicado por La Pollera Ediciones, compilado de 5 cuentos que tratan la política nacional y que será presentado en la nueva versión de la feria de editoriales independientes, La Furia del Libro.

Consultado por las editoriales independientes en el escenario literario del país, Federico Zurita comentó a Libros al Aire que:

“Es cierto que las transnacionales tienen más visibilidad que las editoriales independientes, pero yo creo que el mercado editorial chileno está cambiando y se está haciendo evidente de que los aportes a la literatura chilena están empezando a ser publicados por independientes y no transnacionales (…) Eso se va a intensificar, yo creo, en los siguientes años y va a ser que tengan más visibilidad, que es un problema que, a la larga, se solucionará, entre las independientes se va a producir una democratización de la decisión sobre quién merece ser publicado.”

Respecto a qué se viene luego de su reciente trabajo, Federico Zurita mencionó su trabajo teatro y en su siguiente texto que aún espera la lectura de sus cercanos. Por el momento, Lo Insonsable se encontrará en La Furia del Libro que se desarrollará desde el 10 al 13 de diciembre.

Escucha la entrevista a Federico Zurita, autor de Lo Insondable, en Libros al Aire aquí.

“Largo viaje a lo extraño”, entrevista a Federico Zurita por Marcela Fuenteabla en Revista Paula

Federico Zurita Hecht ganó el último concurso de cuentos Paula con el relato Todos los pasos, y hoy publica su primera novela, Lo insondable, donde lleva su exploración sobre la ficción y la historia a nuevas profundidades. Aquí, nos cuenta sobre este sondeo.

El mexicano Julián Herbert, uno de los jurados que premió el cuento de Federico Zurita, elogió su “arriesgada aproximación a las posibilidades retóricas de la postmemoria y un ejercicio fantasmático que transforma al tiempo en personaje ubicuo por medio del lenguaje”. Explorar la historia y las palabras, las posibilidades de contar y de conocer, están también en el centro de la novela Lo insondable (La Pollera). La portada barroca y compleja a cargo de Margarita Dittborn anuncia el intenso viaje que propone.

Quien haya leído tu cuento del concurso Paula encontrará que desde una historia vivida llegas a un texto mucho más inscrito en la historia remota y la ficción. ¿Cómo explicarías este cambio?
Aunque en Todos los pasos no se haga del todo evidente, ambos proponen una excursión por un mundo con límites borrosos, podríamos decir, un mundo extraño. Así, ese cuento, aun con su cercanía e intimidad, es la puerta de entrada a un mundo que colinda con el que se construye en este libro. En Lo insondable hay un desborde ficcional constituido por una máquina que podría destruir el universo.

“Mi primer libro de cuentos, El Asalto al Universo, es sobre las versiones hechas de lenguaje. Lo insondable, sumando elementos a la idea de las versiones, es sobre las ideologías como contenido de las representaciones”, dice Zurita.

Tu novela tiene que ver con una crítica a la literatura, a las posibilidades del conocimiento, a la historia. ¿Cuánto de investigación hay en ella?
No hay una investigación realizada específicamente. Creo que la pregunta por los alcances de las representaciones me inquieta desde que estudiaba Cartografía. O desde la infancia, cuando me pasaba ratos largos mirando mapas. Luego me pregunté por el conocimiento que hay en el mapa desde una perspectiva matemática y gráfica. Eso me permitió constatar que podía existir más de un mapa que representara el mismo territorio, como si se tratara de versiones de un mismo fenómeno reguladas por criterios específicos. Luego descubrí el puente que me permitió cruzar hasta la literatura: los textos de ficción se me presentaron como mapas del mundo. Mi primer libro de cuentos, El asalto al universo, es sobre las versiones hechas de lenguaje. Lo insondable, sumando elementos a la idea de las versiones, es sobre las ideologías como contenido de las representaciones.

¿Cómo se te hizo familiar ese mundo que describes de los años 50, de una Europa lejanade travesías casi fantásticas?
Tengo un interés emotivo por Europa Oriental. Cuando era niño, esa zona del mundo era una especie de vacío en el mapa, apenas había unos documentales sobre deportistas famosos. Y, aunque la mayor parte de las historias transcurran ahí, creo que ese mundo se conforma de manera utilitaria para hablar del lugar que realmente me interesa, que no se nombra en todo el libro, pero que se subraya. Me permite anular la necesidad de veracidad.

“La fricción entre las palabras y las cosas” por Ignacico Álvarez en Revista Intemperie

Hay un momento de Lo insondable en que una vieja trapecista, o al menos eso supongo porque la escena ocurre en un circo y la familia Tarnovsky se ha dedicado por generaciones a ese negocio, dice que “se requiere de una gran fortaleza para resistirse al vacío, pues muchos, de tan grande que es el miedo a caerse, prefieren arrojarse”.

Me parece que, en varios sentidos, este segundo libro de Federico Zurita desoye premeditadamente, o bien oye con mejor oído del que uno sospecha en principio.

Me explico. Si uno se viera conminado a decir de qué se trata Lo insondable tendría que decir que, en lo fundamental, este libro de cuentos —voy a insistir en llamarlo un libro de cuentos— habla sobre las posibilidades de la ficción, o acerca de las relaciones entre las palabras y las cosas. Ese es el tema que recorre obsesivamente los trece relatos que lo componen, y lo hace de un modo bastante literal. Más que, como suele hacerse, utilizar las narraciones como ejemplo o demostración de ciertas ideas que quedan fuera del texto, implícitas, Lo insondable no tiene ningún pudor en discutir en su mismo cuerpo las posibilidades de la ficción. En algún sentido, además de ser un cuerpo de cuentos argumentalmente entretejidos unos con otros, este libro es también un conjunto de “relatos de ideas”, un grupo de narraciones en las que debe seguirse un debate ensayístico que es tan importante como el desarrollo de la acciones.

Hay que seguir ese debate con harto más detalle de lo que puedo hacer en este momento. De todos modos, me parece reconocer una gradiente, una paleta de posiciones con respecto a las posibilidades de la representación literaria. En el extremo menos radical está el narrador del primer cuento —“Disolución del universo”—, que declara su aprecio por el realismo de la siguiente manera:

“Por supuesto, no fue por sus intenciones de reflejar la realidad, sino por el placer que en esa pretensión (inútil pero alusiva) producen las palabras al combinarse”

Dicho de otro modo: si algún valor tiene la representación de la realidad es por la fricción que produce la letra al querer reproducir la realidad, no por su sentido o significado. En la otra esquina está esta otra declaración, que aparece en el cuento “El catálogo perfecto”, en donde el bibliotecario de una mapoteca sueña con una catálogo que “se presentaba no como un registro de la mapoteca que, imaginándola a través de los signos, la condicionaba, sino como una segunda mapoteca fiel a la primera, a la real; o, por qué no, pensé en ese momento, se presentaban ambas mapotecas como una sola. Objeto y representación se habían vuelto idénticos”.

No me interesa adelantar lo que, creo yo, Lo insondable concluye en este debate. Prefiero volver a la vieja trapecista, porque me parece que el vacío que al que este libro se enfrenta, es el vacío que las narraciones más recientes producidas en Chile soslayan o consideran que ya está resuelto. Ese vacío es el de las relaciones que existen entre las palabras y las cosas.

Muchas de las novelas que se han publicado en los últimos años juegan con la ficción autobiográfica o se ofrecen como novelas sin ficción de un modo irreflexivo, como si el estatuto ambiguo de la ficción que parece presidir cualquier escritura del presente fuera normal, o un piso incuestionable, o el único modo en el que puede darse la escritura. Tal vez sea así, tal vez no podemos salir de la literatura sin ficción, pero hay también la posibilidad de pensar una literatura distinta.

Escribir un libro de cuentos que pueda leerse como una narración de ideas que discute esta normalidad o este piso incuestionable, que se atreve a proponerse como un ensayo, entonces, tiene poco que ver con una despreocupada jugarreta de estirpe borgeana. Es un salto al vacío más temido, diría yo, al vacío que significaría escribir sobre cosas y personas sin saber de verdad si es posible escribir sobre ellas. Lo insondable es una narración de ideas urgentes, me parece, y creo que su recurrencia también lo señala.

Pero no todo son ideas en Lo insondable. Es sobre todo un libro de trece cuentos en los cuales volvemos a encontrarnos una y otra vez con los mismo personajes, algunos de los cuales vienen de El asalto al universo (2012), el primer libro de Zurita. Ese libro ponía en el centro de su geografía a Puerto Azola, una versión transfigurada, se me ocurre, de la ciudad de Arica. Aquí en cambio, Puerto Azola está apenas en la esquina de un mapa sorprendentemente amplio y cosmopolita. Hay chilenos como Cirilo Lewellyn y Gastón Insunza, albanos como Florián Strakosha, alemanes como Emil Koeberlin y Cornelia Odebrecht, rusos como Piotr Beliavski y Grigoryev Alexeievich, e incluso mexicanos como la familia Madero, dedicados al circo y los clavos.

Se me ocurre que ambas cuestiones, la libre circulación de los personajes por los diferentes relatos del libro (a veces protagonizando versiones distintas de los mismos hechos) y su origen geográfico, tan diverso que uno se ve tentado a leer los cuentos desde una perspectiva mundial, están de alguna forma relacionados. Como si el mundo fuera al mismo tiempo muy amplio y muy estrecho. Tan vasto, por ejemplo, como para que sea posible que una mujer chileno-rusa guarde la máquina que permite la contradicción en el sótano de su casa moscovita y nosotros, aquí en Santiago y aquí en 2015 podamos saberlo. Tan pequeño, por otro lado, como para que esa geografía inmensa sea ocupada, finalmente, no por cualquiera, no por un sujeto dispuesto al azar dentro de las multitudes que seguramente pueblan el mundo sino por la misma gente que ha protagonizado el cuento anterior. Es, en el fondo, una forma de pensar la totalidad, pequeñita y asible por un lado, vasta e impensable por otro. Una forma de pensar el lugar que ocupamos en el mundo.

Como ocurre con algunos libros insignes de nuestra tradición literaria, Lo insondable está habitado por una máquina, en este caso una máquina que permite “realizar simultáneamente dos acciones contradictorias entre sí” (93, entre varias otras descripciones). En el momento en que la máquina se active, se nos dice, es posible que el mundo desaparezca, pues no es posible sostener la realidad transgrediendo el principio de la no contradicción. Por supuesto, no voy a contar qué es lo que pasa, si la máquina se activa o no; si, de activarse, el mundo desaparece o no. Esta máquina me recordó otro aparato, uno que está hecho no para realizar dos acciones simultáneas, que es mucho decir, sino para poder decir, humildemente, dos proposiciones contradictorias en un mismo relato. Ese aparato se llama mito, y la descripción que les hago está copiada de un famoso trabajo de Lévi-Strauss. Un mito es ese relato que puede decir dos afirmaciones que se contradicen.

Con esto quiero decir, de la forma más indirecta que he podido, que en última instancia Lo insondable es un libro que tan ambicioso como humilde. Como la literatura antes de ser literatura, como el mito, busca pensarlo todo, abarcarlo todo, incluso lo que no puede caber en un mismo saco. Como la literatura después de ser literatura, como nuestra literatura, la de hoy, habita sus limitaciones, las de la ficción, de la forma más consciente que puede.

“El género corto” por Marco Antonio de la Parra en La Segunda

El cuento es un género precioso, y el buen cuento un bien escaso. No se trata de una novela corta, aunque un volumen de relatos puede funcionar como el boceto novelesco de una narración de más aliento. Es a veces un dibujo sobre la arena que espera que el viento del lector lo deshaga en la memoria. Otras veces es una figura inolvidable, un gesto suficientemente rudo para que la memoria no lo desenhebre como un sueño al despertar. Es el nocaut de Cortázar que dice que la novela gana por puntos. Sin embargo hay cuentos que apenas son un round, donde el resto del combate se imagina.

Una figura emergente en la tradición rioplatense del cuento corto es Samanta Schweblin, que recibió en España el premio internacional Ribera del Duero. Su volumen “Siete casas vacías” deja en claro que llegó a la literatura para quedarse. Su prosa es oblicua, su mirada es de asombro, y sus imágenes visitan el grotesco cruzándolo con lo disfuncional, yendo y viniendo en una escritura impecable. Lo ha editado Páginas de Espuma, los mismos que han decidido publicar todos los cuentos de Chéjov, una proeza como subir el Himalaya. Como para conseguirlo o encargarlo.

De este lado de la cordillera, una grata sorpresa es Federico Zurita Hecht con “Lo insondable”, publicado por La Pollera Ediciones. Una suerte de novela fragmentada protagonizada por filólogos y científicos encabezados por Cirilo Llewellyn, profesor de Literatura de un cierto país sudamericano, testigo de los enredos adúlteros de un profesor albanés y una pareja alemana comunista en medio de un fin de siglo de demolición de utopías.

Con momentos de Borges y juegos a lo Perec, el autor que sufre las secuelas del efecto Bolaño y para bien. Entretiene, despercude, abre y cierra su intriga sin dejar de perder cierto tono de tratado literario cómico. Detrás de su particular sentido del humor están todas las vanguardias históricas latinoamericanas: Macedonio, Felisberto, César Aira, nuestro Juan Emar, Martín Adán y el Manifiesto Antropofágico. Total y alegremente legible, “Lo insondable” asegura una trayectoria genial por delante. De esas cosas que levantan un aplauso por las editoriales independientes, y por las librerías que los ponen en sus escaparates, esta vez la del GAM.

 

” Los 70 años del Nobel a Gabriela Mistral” por Pedro Pablo Guerrero en Artes y Letras

“No tengo ninguna ilusión respecto del Premio que da la ilustre Academia Nobel”, escribía el 30 de abril de 1945 la cónsul de Chile en Petrópolis, Brasil, al ministro de Relaciones Exteriores chileno en una breve carta donde, pese a todo, agradecía las gestiones del consulado en Suecia y prometía enviarle el material solicitado para apoyar su postulación. “Ha habido de mi parte alguna desidia, yo no he creído ni creo que me sea adjudicado este premio, hasta hoy demasiado europeo para que alcance a nuestras literaturas nuevas”, concluía.

Diez años antes de convertirse en el primer autor latinoamericano en recibir el Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral tomó parte en una campaña para conseguir que la Academia Sueca se lo diera a un español: Miguel de Unamuno. En “Recado sobre Unamuno”, artículo publicado el 14 de junio de 1935 en El Mundo, de Puerto Rico, la poeta entendía que no le dieran a España un Nobel en Física o Medicina por su mala reputación científica, pero “es asunto aparte la literatura de una lengua que hablan cien millones de habitantes”, escribía.

Se explicaba esta carencia de reconocimientos en el hecho de que los países de lengua castellana no tuvieran una política intelectual, entendida como una “difusión organizada de su cultura”, que sí practicaban Francia, Inglaterra y Alemania respecto de sus idiomas.

“Nuestras naciones, menospreciadoras de su propaganda entera, y de la literaria especialmente, no tienen siquiera idea aproximada de lo que significa esta campaña por el libro en español.

Se asombrarían si leyesen, los muy lerdos, en presupuestos públicos o en capítulos de gastos reservados, las gruesas sumas que los pueblos lúcidos aplican a ello”, escribía la futura Nobel.

No sabe uno de qué sorprenderse más. Si del realismo de Gabriela Mistral en ese entonces o de la sordera que todavía padecen nuestras lerdas naciones.

Gabriela “pública” y “privada”

La carta de 1945 aparece en el volumen Páginas (perdidas) de la vida mía , donde Jaime Quezada recopila manuscritos, correspondencia, recados y anotaciones de la escritora chilena. No todos tienen fecha ni mencionan el lugar donde fueron redactados. El compilador los ordena, como buenamente puede, clasificándolos en catorce secciones. Carente de mayor aparato crítico y de notas, el libro se puede hojear al azar. En casi todas las páginas hay algún dato de interés o una reflexión original. Así, por ejemplo, en un texto de 1953 Mistral clasifica a los pueblos según las personas de la Divina Trinidad: “Creo que la chilenidad es hija del Dios Padre. Somos fuertes y tal vez bruscos, y un tanto pesados. La gracia del santo Espíritu no nos llueve o llueve de tarde en tarde sobre nosotros”.

Mucho más sistemático, Carta para muchos: España, 1933-1935 (Origo/U. de La Frontera, con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura) se concentra en los dos años que Gabriela Mistral vivió en Madrid con el cargo de cónsul de Chile en España. El libro reúne 116 documentos, entre cartas, artículos de prensa, oficios consulares, poemas y recados. Karen Benavente declara en el prólogo que uno de sus objetivos es “colaborar con el derrocamiento del mito convencional de la maestra sufriente y abnegada, y la imagen recurrente de que fue echada de España por la supuesta deslealtad de su querido amigo Armando Donoso”. Como se recordará, muchos biógrafos insisten en que Gabriela Mistral fue sacada de su puesto luego de hacerse pública una carta personal que Donoso entregó al periodista Miguel Munizaga, quien la publicó en la revista Familia. En la epístola, la poeta se refería duramente al pueblo español.

Por el contrario, Karen Benavente y la investigadora Daniela Schütte descubren en los documentos del período que la poeta “había ejercido en su entorno una presión enorme para salir de Madrid, pues desde su llegada a ese país, en 1933, ya estaba planeando un plan de escape”. Las recopiladoras indagan en la posibilidad de que Mistral “haya concebido y articulado su salida a fin de cumplir con el mito y la sentencia de la ‘echada’ para, años después, favorecer y ayudar a los refugiados de la Guerra Civil Española, sin perder su lugar de escritora de ‘minorías'”. Audaz hipótesis, ciertamente, pero que recibe medios de prueba en este libro que incorpora las reacciones y descargos de todos los involucrados en el affaire .

Sin desmerecer la calidad de sus artículos y el interés de las comunicaciones diplomáticas, las diferencias entre la Gabriela “pública” y la “privada” dejan un saldo de interés a favor de esta última. “Crítica, brutalmente honesta e incluso calculadora”, al decir de Benavente, la escritora hace descarnadas confesiones a sus amigos íntimos. En carta de 1934 a Carmela Echeñique, esposa de Carlos Errázuriz (cónsul en Zúrich entre 1920 y 1937), se puede decir que vislumbra la guerra civil: “Esto es una anarquía legal, una serie de trastornos diarios, menores pero sangrientos; un sindicalismo rabioso; un socialismo que hoy se une a la violencia y mañana la repudia; unas derechas que tendrán que unificarse para hacer un fascismo o ser arrolladas. Vieja socialista, yo no puedo estimar la anarquía terrible que lleva aquí esa etiqueta y tampoco puedo hacerme una mentalidad de derechas, beatona y egoísta. Reconozco la calidad personal superior de las derechas, en todo caso. Ojalá Dios las ilumine y las purifique para que puedan dar gobierno y paz a España”.

Inclasificable, libérrima, refractaria a los partidos, la Gabriela más comprometida aparece en la antología Por la humanidad futura , de Diego del Pozo. Editado por La Pollera, con el apoyo del CNCA, el título proviene de un artículo mistraliano que se encuentra en un libro escolar mexicano de 1934. En él la autora proclama el fin del culto a los “héroes de la sangre” (Alejandro, César, Napoleón…) y anuncia, en el alba del siglo XX, el de los héroes de la ciencia: Laplace, Darwin, Lyell, Marx, Spencer… “En el corazón de la Humanidad, los grandes verdugos están a punto de ser suplantados por los grandes maestros. La escuela está llamada a sustituir al campamento. Únicos combates civilizados serán los del libro y de la inteligencia”, escribe.

A diferencia de su escritura privada -mucho más escéptica-, con el texto recién citado sucede lo mismo que con otros destinados al conocimiento público: expresa más deseos que realidades. A esas alturas del siglo, la humanidad ya había sufrido una guerra mundial, se encaminaba a otra y los verdugos estaban en pleno apogeo. Como sea, el volumen reúne sus escritos políticos sobre el feminismo, así como perfiles admirativos de dos caudillos malogrados: José Manuel Balmaceda y Augusto Sandino. De su estancia en México, invitada por Vasconcelos, destaca una conmovedora descripción de una escuela-granja que Mistral propone como modelo pedagógico para la infancia desfavorecida de Chile. También se incluye su breve pero fundamental artículo “Menos cóndor y más huemul”, publicado en “El Mercurio” el año 1925, donde confiesa su escaso amor por el ave carroñera y la gran estimación que siente, en cambio, por el ciervo autóctono; animal que, a su entender, resume la sensibilidad de la raza: “sentidos finos, inteligencia vigilante, gracia”.

Llama la atención entre los inéditos recogidos en Por la humanidad futura uno que no aparece en Carta para muchos , a pesar de haber sido escrito el 16 de marzo de 1933 mientras era cónsul en Madrid. “Sobre situación de clases sociales y natalidad” es una crítica al control de los nacimientos impulsado por los neomaltusianos para, supuestamente, beneficiar a la clase obrera. Por el contrario, dice Mistral: “El pueblo no ha podido imponer a las otras dos clases reformas grandes o chicas en su favor sino gracias a una presión material que se resuelve en un éxito de números. El ‘control’ será para esta masa una sangría. El obrero se aliviará como padre de familia y se debilitará muchísimo como fuerza de clase y como gremio”.

Felipe del Pozo, en su prólogo de Por la humanidad futura , hace un llamado a identificarnos con el mensaje de Gabriela Mistral: seríamos nosotros esa humanidad futura que todavía no ha escuchado los consejos de la poeta. El segundo destinatario del libro son los profesores, “piedras angulares del progreso de una nación”, según Del Pozo. Aceptar este emplazamiento implica contrastar los dichos de Gabriela Mistral con un presente no solo lleno de lastres del pasado, sino también de ideas políticamente correctas que difieren mucho del pensamiento mistraliano. Pensamiento que, por lo demás, rara vez se presenta como un todo orgánico e inmutable, pues suele estar sometido a radicales cambios de parecer y numerosas contradicciones. El desafío, por tanto, es mayúsculo.

Reordenamiento de su obra poética

En Poesía reunida. Mi culpa fue la palabra (Lom, con apoyo del CNCA), la poeta Verónica Zondek se propuso una hazaña no menor: organizar los poemas de Mistral que se encuentran en sus libros -los que publicó en vida y los póstumos-, de una manera distinta; no por orden cronológico, sino en secciones. Los nuevos “libros” surgidos de tal reorganización llevan títulos como “Locas mujeres”, “Canciones de cuna”, “Ternura”, “La escuela”… y así hasta llegar al último, y el único que conserva su nombre original: “Poema de Chile”.

“En esta compilación -escribe Zondek- propongo ordenar los poemas aunados temáticamente tal como los fui encontrando enmarañados en los libros publicados hasta ahora. Sin embargo, algunos de estos conjuntos de poemas, aunados en secciones con títulos que… muchas veces se repiten en los otros libros, no alcanzan a formar un volumen, sino que son esbozos en los cuales Mistral probablemente pensaba seguir trabajando y que ahora, en la medida en que el material encerrado en esos baúles llegados a la Biblioteca Nacional salga a la luz pública, podremos conocer y saber si efectivamente continuó escribiéndolos o si quedaron esbozados a la espera de un futuro que nunca llegó”.

Tanto Poesía reunida -que incluye un esclarecedor “Aditamento” crítico del profesor Walter Hoefler- como los tres nuevos libros que compilan parcialmente las prosas de Gabriela Mistral deben su existencia, en gran medida, a los baúles mencionados por Zondek. Es decir, a los casi 40 mil documentos de la poeta donados a Chile por Doris Atkinson, sobrina de Doris Dana. El legado lo custodia, desde 2008, el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional, que además los está digitalizando. Gracias a este patrimonio, la herencia mistraliana continúa siendo una obra en progreso, nunca terminada, abierta a nuevos ordenamientos y lecturas mediante antologías y recopilaciones.

“Publican antología política de Gabriela Mistral” por Leonardo Sanhueza para Las Últimas Noticias

U no de los aspectos más valorados pero a la vez menos divulgados de Gabriela Mistral es sin duda su vocación política, manifestada desde muy temprana edad hasta sus últimos días en diversos escritos en que la poeta del Elqui fue dejando dispersas por aquí y por allá sus ideas acerca de la sociedad. Protagonista fundamental y controvertida de las luchas feministas de la primera mitad del siglo veinte, precursora en asuntos de educación pública y pedagogía, crítica visionaria en cuestiones relativas al pueblo mapuche y constante defensora del pacifismo, Gabriela Mistral desarrolló fragmentariamente un pensamiento político que, aun cuando se lo ha borroneado detrás de su imagen mezquina de autora de rondas parvularias y profesora de provincias, en los últimas décadas se ha dejado ver como lo que fue: un ideario social y político de los más potentes que haya habido en el continente americano.

Bajo esa premisa el investigador Diego del Pozo ha realizado la antología Por la Humanidad Futura , que reúne una selección de escritos en que Gabriela Mistral se explaya sobre asuntos públicos, ya sea en el espacio chileno o internacional. Esta “antología política” de la poeta acaba de llegar a las librerías, recién lanzado bajo el sello de La Pollera Ediciones.

El volumen abarca un período de más de tres décadas de escritura –desde su partida a México en 1922 hasta las cercanías de su muerte en 1957– y está compuesto por 34 piezas muy variadas: artículos publicados en la prensa, conferencias, reseñas, entrevistas o discursos que, a partir de los más diversos temas, muestran la atenta mirada política que Gabriela Mistral tenía sobre cuestiones sociales, culturales o históricas.

Desde textos tan conocidos como “Menos cóndor y más huemul”, en que realza el valor del pacífico ciervo de la razón por sobre el violento buitre de la fuerza, hasta una casi póstuma nota en que condena “la brutal agresión de que ha sido víctima el pueblo de Hungría”, el libro despliega el complejo abanico ideológico de Gabriela Mistral, siempre reacia a plegarse de manera irrestricta a alguna corriente de pensamiento.

Muestra de esa actitud crítica es su texto de 1927 “Feminismo: una nueva organización del trabajo”, en que no deja títere con cabeza en relación con la celebrada entrada de las mujeres al mundo laboral. Contra el ánimo triunfal de las feministas, la poeta muestra su indignación por el “estado de verdadera barbarie” en que se había convertido el trabajo femenino, de modo que la “conquista” laboral, al no haberse considerado las particularidades de las mujeres, dejándolo todo en manos de patrones hombres, en realidad se había vuelto una forma de esclavización en faenas viles, feas y “sin entraña espiritual”.