Fuente: Revista Paula
Con 24 años, esta recién egresada de Literatura escribió la sorprendente novela breve Incompetentes (La Pollera), sobre un grupo de estudiantes que quedan encerrados en un colegio en toma. Aquí, cuenta las claves de su estética liberada.
Son un puñado de estudiantes de un colegio para expulsados que se encierran a hacer nada: son incompetentes, como dice en el título de la novela de Constanza Gutiérrez, pero más que no saber hacer las cosas parecen estar fuera de toda competencia por lograr algo. Ni siquiera las relaciones y los deseos tienen que ver con la pasión, el equívoco o la inquietud, sino solamente con pasar el tiempo. Gutiérrez escribe con soltura y limpidez, sin ninguna complicación ni exigencia, y su relato resulta hipnótico, humorístico y feroz.
Tu libro habla sobre una toma escolar, ¿viviste la experiencia de la revolución pingüina?
En el año 2006 estaba en segundo medio y fui a algunas marchas y, por supuesto, estaba interesada, pero no estuve en una toma. En realidad, la toma no me parece tan importante, podría haber inventado otra cosa para hacer que los niños del libro se quedaran encerrados. Pero crecí en un país donde tomarse el colegio es muy normal, entonces se me vino a la mente. De todas maneras, Incompetentes no es sobre el movimiento estudiantil, porque a mí no me gusta el colegio ni aunque fuese gratuito y de calidad. Es un lugar competitivo y horrendo. La educación me parece importante, no soy ninguna retardada para negar eso, pero no albergo ninguna esperanza respecto a la reforma educacional.
Tomas el tema con mucho sentido del humor, ¿cómo la escritura se fue articulando de ese modo?
El relato está escrito desde una primera persona que está hablando, y cuando una cuenta historias (“una” soy yo, pero también la mayoría de la gente que conozco) intenta que sean graciosas: que la desgracia no sea pura miseria, que la alegría no sea pura presunción. Nadie quiere aburrir a su interlocutor.
¿De qué escritores te sientes cercana?
Como lectora, me siento cercana a escritores grandes como Thomas Mann, Mishima, Toole, Eugenides o Nabokov, porque escriben cosas en las que me reconozco o me hacen pensar cosas nuevas, no porque piense que haya alguna similitud con lo que escribo yo. Ya quisiera. Como escritora no me siento cercana a nadie y no sé si eso esté bien o mal.
¿Qué proyectos de escritura tienes en mente?
He estado juntando algunos cuentos que quizás publique bajo el nombre de La educación básica, pero esta vez no va de colegios. Quiero pensar en otras cosas un rato, porque me da lata seguir escribiendo sobre la niñez/adolescencia eternamente. Tengo un proyecto autogestionado con un amigo artista, Fernando Balmaceda, que se llama Estados disociados. El plan es hacer libros de arte de pintores locales y estamos escribiendo sobre ellos, tomando fotos de sus obras y peleando con la impresora.
$ 6.500 en librerías.