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“El universo conectado de Zurita” por Felipe Valdivia en Revista Terminal

Fuente: Revista Terminal

Se dice, popularmente “que las cosas siempre pasan por algo” y que todos –indirectamente– estamos conectados de alguna manera. Esa es, al menos, la sensación que queda al leer Lo insondable (La Pollera Ediciones, 2015), el último libro de Federico Zurita Hecht, el cual está conformado por trece cuentos, cuya línea argumental gira en torno al peligro que representa la activación de una máquina, instalada en el sótano de una casa en Moscú, que podría destruir el universo.

Pero estos trece relatos son más que eso. Hay algo más profundo ahí, una línea que se extiende a lo largo de la obra, un concepto referente a la experimentación que el propio autor se propuso en torno al descubrimiento de las palabras. Las palabras y las cosas. Es que estas historias entrelazadas entre sí, surgen como una necesidad de cuestionamiento sobre un mundo sumamente misterioso, en suma, un viaje intenso a través de la exploración de la historia que parece repetirse como un ciclo circular.

Esta última idea parece disparatada y al voleo, pero queda en evidencia a medida que se descubre que los personajes van repitiéndose una y otra vez. Hay chilenos, albanos, alemanes, rusos y mexicanos, cuyas historias de alguna manera están conectadas, como si el autor tratara de decirnos –entre líneas– que el viejo cliché (el mundo es muy chico) sí es real.

Desde mi punto de vista, hay un guiño a Bolaño, dado que estos personajes con voces distintas, protagonizan un mismo hecho, pero en versiones diferentes, los cuales, en algún minuto, deberán congregarse sí o sí en torno a algo (¿el universo?).

Tal como se afirmaba en el comienzo, esta “sincronía” tiene que ver con que Lo insondable también puede ser leído como una muy buena novela, porque nos volvemos a encontrar con esos personajes, cuyo conflicto parece ser algo que va más allá de un simple argumento literario. Tiene que ver, a mi juicio, con algo más trascendental, más filosófico si se quiere; en definitiva, este libro nos habla (y nos hace pensar) en el espacio, sitio y tiempo que ocupamos en el mundo.

Hay otro concepto también que cruza toda la obra, pero que no puede ser visto como un elemento casual, dado que nos ayudará a entender la intención o idea central de los textos. Se refiere a la muerte, la cual se encuentra presente en varios de los relatos que componen el libro y que arrancan, precisamente, con ese concepto.

Disolución del universo comienza así: “Mi muerte (y esto es algo que hoy, ya fuera del tiempo, yo, nombrado René Andrade en alguna época, puedo fingir que cuento con serenidad) llegó inesperadamente una tarde a comienzos del otoño de 1955, luego de despedirme de Catalina Mújina, mi novia ya desde hacía tres años y compañera, por igual tiempo, en mis estudios de Lenguaje y Literatura, con quien había pasado aquel día un agradable rato en el viejo Café San Marcos, cercano al campus”. Lo interesante es que en esa primera frase se conjugan las ideas que mencionábamos anteriormente y que rondarán a través de distintas metáforas sumamente acertadas en los distintos relatos y que Zurita sostiene astutamente hasta el final del libro, como la que ocupa de forma audaz en la historia de una vieja trapecista: “se requiere de una gran fortaleza para resistirse al vacío, pues muchos, de tan grande que es el miedo a caerse, prefieren arrojarse”.

En El catálogo perfecto el narrador arranca diciendo: “Mi muerte (y esto es algo que hoy, ya fuera del tiempo, yo, nombrado René Chaín en alguna época, cuento sin escatimar frustración) llegó inesperadamente una mañana de otoño de 1955 tras ser asesinado por el conductor de un Strudebaker Starlight Coupe color verde agua en las puertas del Centro Universitario de Estudios Árabes, en la calle Las Morias”.

Entonces, si la muerte está presente en casi toda la obra y actúa como telón de fondo en la vida de los distintos personajes, surge la pregunta válida que uno como lector puede hacerse: ¿desde dónde escriben o hablan? Zurita es tremendamente prolijo, porque no descuida ese detalle y se encarga él mismo en responderlo, a través de la voz de un personaje: “Hoy, muerto ya, eso no importa”.

Quizás lo único que se podría reprochar de Lo insondable son sus constantes alusiones a países de Europa Oriental, porque es ahí donde transcurren la mayor parte de las historias. Reprochar, dado que parece un mundo totalmente ajeno al nuestro y que eventualmente podría constituir un obstáculo de entrada a la trama de éstos. Pero eso parece ser lo más atractivo de la obra de Zurita, su valentía y arrojo al escribir un libro (cuentos o novela, ya da igual), cuyo único objetivo es plantearnos un interesante viaje a un mundo en constante cuestionamiento.

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