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“Por la Humanidad Presente” por Diego del Pozo

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Prólogo al libro Por la Humanidad Futura de Gabriela Mistral

Realizar un rescate editorial como el que aquí se presenta, es hurgar en la memoria e intentar hacer una relectura que nos traiga hasta hoy a través de un camino nuevo. Cualquier mirada al pasado con el fin de apropiarse de él, si se tiene un poco de suerte, nos devolverá a nuestro presente con algo que no se conocía, se había olvidado o se encontraba intencionalmente oculto, y que puede sernos enormemente útil.

Esto funciona con las identidades personales, basta sólo pensar en nosotros mismos para darnos cuenta de que son nuestros recuerdos los que nos identifican íntimamente. Pero así sucede también con las identidades culturales, con esas a veces intangibles e incomprensibles características que nos convocan a todos. Mientras mayores sean nuestros capitales culturales comunes y más sepamos de nuestro pasado como sociedad, más firme y de todos, será nuestra identidad hoy.

Por la Humanidad Futura, antología política de Gabriela Mistral, además de representar una intención por recuperar parte de nuestra memoria cultural, tiene también una intención política. Y con esto no me refiero a la política fruto de los partidos políticos, ya que esto sería injusto con Gabriela Mistral que nunca militó en ninguno. Sino que a la política en su sentido clásico, el de la polis, la manera en cómo nos configuramos como sociedad, es decir, la política que incluye todas las áreas que conforman la responsabilidad de cada uno de los individuos que conviven en una entidad, ya sea nacional o comunitaria.

Por eso en este caso la mirada al pasado apunta al intento por conocer la visión política de Gabriela Mistral pensando en ella como una intelectual que abarcó los temas fundamentales de nuestra identidad más crítica, generando una voz de permanencia atemporal.

De soberbia inteligencia y nivel de comprensión, su relato trasciende sin problemas hasta hoy.

Así también nos pertenece a todos: su obra es para la humanidad completa sin excepción de raza, género, nacionalidad o tiempo. Gabriela Mistral es tan chilena, latinoamericana o europea, como lo fue y es su humanismo sin fronteras, así como en vida lo fueron sus pies y maletas.

Lucila Godoy Alcayaga, su nombre antes de que ella se diera el de Gabriela Mistral, nació el 7 de Abril de 1889 en Vicuña, un pequeño poblado en el valle del río Elqui, dentro del cordón montañoso de Los Andes, y que a fines del siglo XIX era una de las comunidades más golpeadas por la pobreza y el aislamiento geográfico de Chile. Mientras el país estaba enfrentado en una Guerra Civil brutal, que concluyó con el trágico suicidio del Presidente José Manuel Balmaceda, en la cordillera comenzaba a dar sus nacientes respiros la que se convertiría en el primer Premio Nobel de Latinoamérica 56 años después.

Algunas décadas más tarde, los eventos que sucedieron simultáneamente a su primer año de vida, le servirían de gran inspiración para muchos de sus textos políticos, especialmente la figura del fallecido Jefe de Estado.

Siendo una adolescente asistió a la escuela en la ciudad de Vicuña donde fue acusada injustamente de un robo y posteriormente humillada ante el resto de sus compañeros. Esto la impulsó a dejar los estudios y dedicarse autónomamente a su formación. Ya en el año 1902, Lucila no volvió a ser matriculada en la escuela y simultáneamente comenzó a escribir sus primeros versos. En este proceso iniciador, el educador y periodista Bernardo Ossandón cumplió un rol fundamental.

Como director del diario El Coquimbo le publicó sus primeros poemas y artículos, además de ofrecerle libre acceso a su biblioteca privada. Quizás de ese periodo Gabriela Mistral asumiría su vocación como emisaria de prensa, la que tempranamente la llevó a mostrar su locuacidad más feroz en otros diarios locales.

En 1906, con 17 años, publicó en La Voz del Elqui “La instrucción de la mujer”, texto en el que cargada de lucidez denunció la opresión hacia la mujer y la desigualdad desde el inicio de los tiempos, apelando a la sociedad completa a realizar un cambio. Fue un llamado de atención para toda una humanidad que a medida que entraba en el siglo XX se precipitaba hacia las guerras mundiales, quiebres institucionales y todos los horrores conocidos.

Aún muy joven, comenzó a trabajar como maestra.

Carente de un título oficial, sólo varios años más tarde terminó validándose autorizadamente de formadora.

En 1910, mientras la nación celebraba el centenario de su primera Junta Nacional de Gobierno, Gabriela Mistral consiguió en la Escuela Normal N˚ 1 de Niñas de Santiago su reconocimiento como educadora, y desde ese momento empezó una ascendente carrera que la llevaría por las latitudes más remotas de Chile. Se desempeñó educando en la austral ciudad de Punta Arenas, en la localidad de Los Andes en el centro del país, también en el norte en Antofagasta, y de igual modo estuvo en el corazón de la tierra Mapuche en Temuco –donde recomendó leer a los clásicos rusos a un joven poeta que luego sería conocido como Pablo Neruda–, todo en el transcurso de una década.

La itinerancia de su vocación pedagógica no frustró para nada su creación literaria, y menos su flujo epistolar.

Siendo muy joven logró contactarse y enviarse cartas con poetas, políticos e intelectuales de renombre en Chile y Latinoamérica, como por ejemplo el futuro presidente Pedro Aguirre Cerda, el poeta nicaragüense Rubén Darío, y los mexicanos Alfonso Reyes y José Vasconcelos. Gracias a estos últimos logró seguir de cerca los avances de la Revolución mexicana. Así mientras sucedía en Europa la Primera Guerra Mundial, en Rusia la Revolución bolchevique dejaba sus primeras consecuencias, en el norte de Latinoamérica, México ponía su cuota de violencia en defensa de los procesos sociales y libertarios.

A principios de la década del 20, durante los primeros años del gobierno revolucionario mexicano Gabriela Mistral recibió de parte del Primer Secretario de Educación Pública de México, su amigo José Vasconcelos, la invitación para participar del proceso educacional que comenzaba en el país del norte. El Cuerno Mágico, como lo llamó Gabriela Mistral, fue la primera nación que ella adoptó como propia, además de su natal Chile, y fue también el comienzo de su humanidad expansiva, que poco a poco comenzó a poner a prueba.

Su paso por México fue además el inicio de un periplo por diferentes naciones, que hasta su muerte la hizo regresar a Chile en tres ocasiones, siempre por cortos periodos de tiempo. Sin embargo, su preocupación y compromiso con el país nunca decayeron: una infinidad de artículos sobre la historia y la contingencia lo comprueban, así como su amplio epistolario con presidentes, ministros y figuras renombradas demuestran su inquietud íntima por la identidad y el porvenir de Chile.

En México entró en contacto con los procesos de desarrollo de las escuelas rurales, y empezó parale12 lamente a ver la posibilidad de llevar a cabo muchas de las ideas que en Chile se habían visto como subversivas, pero que ella consideraba propias de un país en proceso de modernización. La labor de los niños y de la comunidad en relación al funcionamiento de la escuela pasó a ser fundamental. Todo bajo una acción tutelada por los maestros, los resultados fueron enormemente exitosos. Para Gabriela Mistral la educación era el alma del pueblo, y lo que vio en México, dio frutos prósperos. Según sus propias palabras: la educación comenzó a tomar un nuevo sentido.

Esos años vividos en México la conectaron no sólo con una faena educacional pantagruélica sino también con un espíritu latinoamericano mestizo e indígena, hermanable y reconocible. La defensa de la raza indígena prístina pasaría a ser una causa total en su obra. Muchos artículos dedicados a esta deuda histórica, hacen pensar en su sensibilidad y su empatía hacia estos pueblos desplazados, pero también en cuánto se ha hecho al respecto luego de cinco siglos, para tratar de reencausar la ruta. Su texto “Música Araucana” es un análisis profundo, no sólo de lo sucedido con el pueblo Mapuche, sino con la realidad de todos los pueblos indígenas del continente. Es la exposición de un conflicto histórico que en el caso de Chile al menos, es sólo cosa de poner la mirada en la frontera natural que es el río Biobío para darnos cuenta de que el tema está aun totalmente abierto, como una herida que no deja de sangrar.

Para Gabriela Mistral su trabajo en las escuelas rurales –chilenas primero, mexicanas después–, además del tema indígena, funcionó como un precedente de su conciencia puesta en los más necesitados del continente, así como lo imperante de la búsqueda del sueño de dos de sus grandes maestros literarios y políticos: Simón Bolívar y José Martí. Ese sentimiento de continente unido latinoamericano la llevó a representar los intereses de los más desvalidos de su tierra ante La Sociedad de las Naciones, específicamente en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual. Su trabajo de periodista primero, y su rol consular más tarde, la llevaron a Europa, donde vivió en Suiza, Francia, Italia, España y Portugal entre otros países. Ahí fue también pionera del arquetipo de la mujer intelectual, viajera, intrusa en la masculina política de la época, pero con una voz fuerte que comenzaba cada vez a ser más reconocida internacionalmente. En cada lugar era recibida con una calurosa bienvenida, a veces enormemente homenajeada. Notables son las recepciones que tuvo en La Habana, Montevideo y Buenos Aires, entre otras. Gabriela Mistral, firme ante su compromiso en la sociedad, se preocupó de dar charlas en cada puerto que tocó, con una visión crítica ante la realidad de cada país que pisó, sintiéndolo como propio.

Fiel a su causa de defensa de la igualdad entre hombres y mujeres, donde podía escribía y hablaba sobre la necesidad del voto femenino, el rol de la mujer en la política, y el riesgo de mal entender la lucha feminista, es decir, las consecuencias de que pelear por ser iguales quite la riqueza de la diferencia, donde tener los mismos derechos no es sinónimo de homogeneidad, así también como cerrar la discusión en la clase intelectual o educada puede ser una segregación contraproducente para la gran causa de una sociedad total. Todo esto lo planteaba un cuarto de siglo antes de que las mujeres tuvieran derecho a voto en Chile.

Simultáneamente fue sensible a las grandes luchas que se llevaban en occidente, temas que comenzaron a fundir cada vez más sus textos con las problemáticas fundamentales. En 1933, mientras se encontraba en la convulsionada España previa a la Guerra Civil, teorizó sobre la libertad de prensa, el estigma libertario planteado por las naciones occidentales, donde la ilusión de libertad al final recae en los valientes emisarios o periodistas independientes, ya que los grandes conglomerados dueños de la noticia sólo estaban ahí para controlar al pueblo con el miedo de un titular escandaloso.

Esta mirada sobre lo que significa la libertad de prensa, podría ser cotejada en la ilusión de libertad hoy en Chile y el mundo, la que pareciera haberse afirmado conceptualmente luego del fin de la Guerra Fría, con un tono de libertad a medias, de dudosa reputación.

La libertad de prensa puede ser perfectamente controlada por el mercado, coartando su base principal de ser libre, y ya en los años 50 Mistral lo advertía, y así como con el tema indígena, educacional, o de igualdad de género, una vez más es una lección que ha quedado olvidada y puede servir para enmendar el camino. Sobre la libertad no sólo reflexionó en relación a la de prensa, sino que aun más importante en su obra fue la libertad de las jóvenes naciones latinoamericanas independientes, las cuales, inocentemente, lograron su independencia a medias, y se sintieron viejas naciones, sin ser siquiera pueriles comunidades.

Así al pensar que se habían librado del colonialismo, no se convirtieron en naciones independientes y libres, ya que la liberación si bien es una condición para ser libre, no es su contenido.

También en 1933 mientras fue cónsul en Barcelona, escribió sobre la crítica situación de las clases sociales y su relación con el control de natalidad; tema totalmente actual, y que a pesar de haber sido planteado por Mistral hace cerca de 80 años, lamentablemente no hemos sido capaces de hacernos cargo como sociedad, a pesar de los cientos de pistas que nos han dejado insignes intelectuales al respecto.

Luego de que estalló la Segunda Guerra Mundial, la ya reconocida Gabriela Mistral, dejó su labor consular en Europa para trasladarse a Brasil. Allí entabló una entrañable amistad con el escritor austriaco Stefan Zweig, quien junto con su mujer habían escapado del nazismo. El posterior suicidio de la pareja, así como el de su sobrino Juan Miguel, a quien había adoptado algunos años antes, la sumergieron en una terrible tristeza, que sumada a los horrores de la Guerra, invadieron su sensibilidad para dejarla en un estado constante de dolor y luto.

Su frágil situación íntima, no mermó sin embargo su visión crítica, y continuó publicando en diversos diarios y revistas del mundo, oponiéndose y denunciando al nazismo, al fascismo, y a todas las versiones opresoras de las terribles dictaduras de esa época.

Luego del fin de la Guerra y la restitución de las naciones europeas, tras varios años de campañas apoyadas por múltiples países, en 1945 Gabriela Mistral se convirtió en el primer Latinoamericano, y la primera y única mujer del continente hasta hoy, en ganar el Premio Nobel de Literatura. El más alto galardón de las letras mundiales, no logró ni por un momento acallar su inspiración y se mantuvo firme en la defensa de la lucha de los pueblos oprimidos. Muy consciente y siguiendo los pasos de Domingo Faustino Sarmiento, planteó la tirana división ya casi interiorizada sin quejas sobre civilización y barbarie, como puntos de comparación y distancia entre el primer mundo occidental y el de los conquistados postcoloniales. De ahí también recogió la amenaza que significaba E.E.U.U.

durante la primera mitad del siglo XX para las pequeñas naciones latinoamericanas, y digo durante esa mitad, porque luego de la Segunda Guerra Mundial, la amenaza pasó a ser una intervención cierta. Nuestra débil democracia fue incapaz de sostener la presión ejercida por el gigante del norte. A pesar de ejemplos como los de la Revolución nicaragüense encabezada por Augusto César Sandino, la opresión yanqui se mantuvo, se sostuvo y finalmente se impuso. No me da la impresión de que haya sido solamente por un contexto económico y bélico mundial, como la Guerra Fría, sino también porque las armas de defensa que teníamos eran muy frágiles, quizás la más de ellas nuestra joven, inexperta, oligarca y tutelada democracia latinoamericana.

Ya a comienzos de la década del 50, con el olor fresco de la bomba atómica, Gabriela Mistral reflexionó sobre qué se ha hecho por establecer una democracia acorde a la realidad del continente americano, de si hemos dado por terminada la construcción de Nación, o si somos conscientes de que la democracia que se ha implantado en el continente como “el modelo correcto”, es posible que necesite cambios, actualizaciones constantes y, en muchas ocasiones, que la democracia puede precisar aun de más democracia.

¿Hubiera sido diferente la historia chilena que nos tiene inmersos en un quiebre social hasta el día de hoy? ¿Cuántos ríos de sangre se podrían haber evitado si hubiéramos tomado más en cuenta a Gabriela Mistral? Quizás aún no es tarde para aprender el cómo y el cuándo hacer una nación sana y sólida en su forma democrática; de hecho, quizás es ahora el mejor momento para hacerlo.

Gabriela Mistral fue protagonista intelectual de todos los grandes hitos de la primera mitad del Siglo XX, pudo leer con soltura los desvaríos que tenían los caminos que optaban los Gobiernos, reclamó y escribió un sin fin de artículos, cartas y recados para lograr el voto de la mujer, como el derecho a la educación infantil, el respeto a nuestras culturas indígenas o sobre la labor de los maestros, y es hora de que ese mensaje comience a ser parte de nuestra historia. El nombre de esta antología, Por la Humanidad Futura, proviene de un artículo escrito por Gabriela Mistral, que se encuentra en un libro escolar mexicano de la década del 30. El texto aquí integrado, así como su título representativo, fueron escogidos por dos razones: la primera porque es un llamado a identificarnos hoy con el mensaje de Gabriela Mistral, somos nosotros esa Humanidad Futura, la que probablemente no ha sido prudente en escuchar lo que se nos ha dicho en el transcurso de la historia, siendo este un intento por desplazar el horizonte de lo posible; y la segunda razón es porque el texto está dirigido a las piedras angulares del progreso de una nación, me refiero a los maestros, a los profesores.

Si queremos fundar bases sólidas para que la Humanidad Futura no cometa los mismos errores que hemos ido sistemáticamente perpetrando, muchas veces por nuestra falta de conocimiento sobre nuestra historia. Debemos reconocer la labor fundamental de nuestros maestros, los que no sólo se encargan de enseñarnos dónde y por qué estamos sobre este planeta, sino que además, está en ellos la labor de convertir a esa Humanidad Futura en una turba de esclavos ciegos de su realidad, o en una asociación de hombres y mujeres libres.

Tenemos todos entonces la obligación de leer y releer las voces que han quedado muchas veces en páginas perdidas. En este caso Gabriela Mistral. Es tiempo de que digamos con respeto, adiós al crepúsculo del pasado, y nos pongamos en alerta, para preparar de mejor forma la aurora.[/vc_column_text][laborator_heading title=”Libros editados” sub_title=”en La Pollera”][laborator_products columns=”3″ products_query=”size:6|order_by:date|post_type:,product|tax_query:79″ css=”.vc_custom_1466119166951{margin-top: -40px !important;}”][/vc_column][/vc_row]

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