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“Finado odioso le hace la vida imposible a su novia-viuda” por Fabian Llanca para Las Últimas Noticias

Simón Espinosa publica embriagador texto escrito en décimas

L a publicación del libro La casa del Sordo , de Simón Espinosa, es una rareza por donde se le mire. Se trata de una obra de teatro, poco usual en las estanterías nacionales; y, además, está hecha en décimas.

“Esta historia fue escrita tres veces”, apunta el autor, aludiendo al devenir de Armando Prieto, un cadáver que intenta no alejarse de su doliente novia Aurelia. El finado transita el umbral de la vida y la muerte jorobando en la medida de lo posible. Esta dualidad está representada en el escenario, mitad bar venido a menos y mitad cementerio.

En las dos versiones iniciales había algo que no cuajaba. “Había una atmósfera tradicional y urbana que la prosa y el diálogo no tocaban, faltaban colores”, recuerda Espinosa. “La métrica y la rima de la décima llegaron de pronto, por sugerencia de un gran amigo a quien está dedicado el libro, y simplemente quedaron bien, no hay motivos intelectuales detrás, ni un intento académico de salvar el recurso dramático”, aclara.

–En cierta forma, un bar es un cementerio.

–Totalmente. La muerte y la borrachera son amigas, o eso sospechamos los que nos emborrachamos y no hemos muerto. Hay bares en Santiago que permiten fácilmente entrar en una atmósfera fantasmal después de unos tragos. El alcohol puede generar una lucidez muy extraña si se toma en las cantidades correctas.

–¿Cómo es el Sordo?

–Es un porfiado, como cualquier persona que se rehúsa a morir. Sabe que aún no ha sido olvidado, siente que le reza y le llora su novia-viuda, puede oler las flores que le van a dejar a su tumba y lo único que quiere es que se lo coma el olvido, pero los vivos le tenemos demasiado miedo a la muerte como para olvidarnos de los que ya no están. El Sordo representa todas las proyecciones fetichistas que los vivos hacen, es la tumba que se construye, pero que se transforma en animita por puras supersticiones, ritos religiosos y otras formas de copucha.

–¿Cuáles son las complejidades de escribir en décimas?

–Es entretenidísimo, es un puzzle muy lindo. Lo más difícil es interiorizar el verso octosílabo, vale decir, poder armar frases de ocho sílabas que tengan una gramática y sintaxis correcta. Después de eso, el resto es rimar. No es muy difícil, simplemente hay que darse maña y ser flexible.

–¿Tiene algo que ver “La Negra Ester” en esta opción?

–Por supuesto, “La Negra Ester” es uno de los tesoros de la cultura popular chilena y un norte al que me encantaría llegar. Si bien no hay referencias, la tradición siempre tiene carácter patrimonial; es decir, está presente de manera colectiva en la sociedad. Yo y muchos hemos visto la obra y probablemente no podemos olvidarla, de la misma manera que un cuequero no puede obviar la influencia de Violeta Parra, aunque componga una obra completamente distinta.

Simón Espinosa reconoce que “es fácil frustrarse cuando la rima no calza o la palabra que habías escogido no funciona, pero con un poco de elongación y vino todo se suelta”.

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