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“Cavilacion​es de Juan Emar, el bestiario clandestino de su obra” por Víctor Minué para El Mostrador

Fuente: El Mostrador

Cavilaciones, es el último e inédito hallazgo literario del escritor chileno Juan Emar, rescatado de un manuscrito fechado en París en el año 1922.  Sí, el mismo ultracitado año donde aparecieron para siempre obras como el “Ulises” de Joyce, “Tierra Baldía” de Eliot y “Trilce” de Vallejo, o “Desolación” de Gabriela Mistral, para ser más próximos. Cavilaciones  – La Pollera Ediciones –  que se terminó de escribir en marzo del citado año, es una especie de ars-creative ocultista e íntimo del escritor, escrito para sí mismo, para aclararse y convencerse, volver a él o ser olvidado, pero en ningún caso pensado para ser publicado, así se sugiere en el prólogo y así se deduce al concluir el libro.

La obra de Juan Emar es extraña, singular y como toda voluntad vanguardista, ambiciosa, pero por sobre todo magnética para destacados escritores contemporáneos como Zambra, Gumuccio, el argentino Cesar Aira o el mismo Enrique Vila-Matas quien prologó la reedición de “Un año”, 2009. También es exigente, sus lecturas piden un lector enérgico que complete/sabotee su mundo alucinado. Se podría decir que Juan Emar, al igual que el poeta Rodrigo Lira, comparten –además de la calvicie prominente– un mismo origen de renacimiento póstumo, gracias a la subterránea lecturas de jóvenes universitarios o círculos más académicos; primeros entusiastas furiosos de sus obras que obligaron en base a relecturas, las reediciones de sus libros que estaban detenidos en el pasado y en el futuro.

El último publicado de Juan Emar  invita a entrar a la “sala de máquinas” de su bestiario creativo, pero sin entrar del todo, siempre en el umbral, ya que el cuaderno de anotaciones se muestra inacabado y disruptivo, escrito como por  una indisciplina organizada de elegante prosa emariana, que propone entregar pistas para explicarse así mismo su vocación artística, la conciencia de esta y las formas de la locura. Es así como el escritor nos habla de sus horas dentro de una ruinosa bóveda, “un molino, en donde sentía desordenadamente, desde adolescente, el contacto voluptuoso con la naturaleza. Contemplación y soledad en un juego de esencias sensitivas”, a veces devorado por visiones oscuras “semillas ponzoñosas, las flores de negrura satánica”, padeciendo lo que el mismo llamaba “sensibilidad enfermiza”, maldororiana.

En el pasaje “Escribir para sí y para los otros”, (en el libro se respetaron los subtítulos que dejó, reorganizados por los editores gracias a un meritorio trabajo de transcripción “forense” literaria) Álvaro Yáñez Bianchi o simplemente “Pilo” para los cercanos, escribe: “La obra nunca, aunque es propia en el sentido autoral, está hecha para todos los seres. Ninguna obra es personal, si en el sentido de su forma o carácter, mas no en el sentido de la propiedad, está concebida por un cerebro personal para ser fecundada por el mundo, por cada individuo para apropiársela, el problema es cuando el mundo es impotente”.

Termina, como pronosticando, la cruel recepción que tendría su obra en la crítica de ese tiempo, liderada por Alone. Agregaría en seguida: “El autor que no hace una obra para los demás, lo hace como acto masturbatorio”.

En alguna medida, Cavilaciones podría ser el laboratorio teórico y experimental sobre el que después desplegará los escritos de arte en el diario La Nación entre 1923 y 1927, desde ahí, con inconmovible vocación vanguardista, se deslindará del criollismo, y hará de la indistinción su estandarte,  influenciado por Huidobro, a quién publicó parte de “Altazor”,  Lautréamont, Felisberto Hernández o algunos surrealistas peruanos como Martín Adán o Cesar Moro.

Hasta ahora se han reeditado, “Ayer”, “Diez”, “Un año”, “Miltín” y una inencontrable edición de “Umbral”, un monstruoso libro de 5 mil páginas, que lo enclaustró en Vilcún hasta su muerte en 1964.

Cabe apuntar, aunque muchas veces dicho, que Juan Emar, es el más tempranero e inobservado renovador de la novela chilena, silenciado como todo adelantado a su época, fue capaz de cruzar slapstick literario, surrealismo, y misa negra en distintos experimentos de novela metafísica, social, o antinovela, como se quiera.  Tanto para “emarianos”, como para los  valientes que decidan leer por primera vez este  especie de documento clandestino, deberán ser cómplices del juego o voyeurs extorsivos de sus Cavilaciones.

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