“Incompetentes” por Alida Mayne-Nichols en Publimetro

Fuente: Publimetro

Incompetentes de Constanza Gutiérrez es una novela breve relatada a través de cincuenta y cinco capítulos que son, más bien, muy pequeñas viñetas. Los episodios no suelen superar la página y algunos, incluso, no son más que un par de párrafos. Un vistazo al libro nos permite vislumbrar una escritura fragmentada la cual se traduce, por cierto, en una historia fragmentada. El texto comienza muy bien por cuanto no has explicaciones, sino que se nos introduce de inmediato en un estado de incertidumbre. La narradora da cuenta de la situación actual: “Hace tiempo que ninguna mamá viene a dejarnos comida” (7), pero no sabemos dónde está ni con quiénes ni por qué la comida ha dejado de llegar. Esa será una tendencia dentro del texto: no explicar. La fragmentación deviene inevitablemente en la conformación de un relato en que la película no está completa, aunque como lectores sí vamos integrando ciertas piezas. Es así como sabemos que se trata de estudiantes en toma en uno de esos colegios despectivamente llamados raspe y pase, aunque incluso ahí hay una estratificación entre buenos y malos alumnos.

Lo que sucede en esta toma es que no se comprende por qué se mantiene. Aparentemente a estos alumnos no les interesa la educación gratis y de calidad; pero sí hay un debate generacional que se nos insinúa desde un comienzo: las madres han dejado de venir. Gutiérrez construye entonces un mundo sin adultos y en la que no se busca tampoco la mirada del adulto. El único momento en que aparece una madre ansiosa por ver a su hija, pero que debe conformarse con conversar con Laura, la narradora, se construye un episodio de total incomodidad, en que se cruzan palabras, pero no se encuentran miradas, es decir, no hay discursos afines, sino dos mundos desconectados entre sí.

Incompetentes es un texto que funciona y está bien escrito. Deseado o no, se produce un efecto en que el lector se involucra: ¿está uno también en la toma?, ¿cómo es que somos espectadores de pequeños momentos íntimos de esta toma?, ¿estamos leyendo un diario acaso? Son preguntas que quedan sin respuesta. Sin embargo, la opción por lo fragmentario y difuso, hace que a medio camino se pierda el norte de la narración. Así como ya nadie sabe por qué insisten en una toma en que nadie cree, como lectora tampoco se sabe hacia dónde va el relato, lo cual se corregirá hacia el final. Otra debilidad de la narración es la presentación de los personajes, que, en general, se mantiene en la superficie: son pocos los personajes en que se profundiza, aunque sí se nos presenta un abanico de distintos personajes, dando cuenta de que los estudiantes no pueden ser encerrados en una categoría neutra y generalizada, por cuanto cada uno de ellos es distinto y particular. De todas maneras, Incompetentes es un texto interesante, bien escrito y que hace esperar nuevas narraciones por parte de Constanza Gutiérrez.

“Juventud sin épica, juventud rebelde” por Juan Rodríguez en El Mercurio

Con 24 años, la chilena Constanza Gutiérrez publica su primera novela, “Incompetentes”, el retrato de un grupo de adolescentes, no triunfadores, durante la toma de su colegio.  
Juan Rodríguez M. Si el éxito, el triunfo, el emprendimiento, el activismo son el imperativo social; la resistencia a ese orden, el disturbio, la subversión, ¿no debería habitar en el fracaso, la apatía, la incompetencia, en la inutilidad? ¿O personas así solo serían desechos de la civilización? ¿Restos? ¿Pruebas del triunfo del “sistema”?

Constanza Gutiérrez es chilena, chilota, licenciada en Literatura, tiene 24 años, en 2011 ganó el Premio Roberto Bolaño con su cuento “Arizona”, y en 2013 -con otro relato, “Las cinco de la tarde en algún lado”- el Primer Concurso Literario sobre la Ilegalidad de la Marihuana en Chile. Ahora publica su primera novela, “Incompetentes” (La Pollera), elogiada por críticos como Rodrigo Pinto -“es una demostración de que se puede escribir bien, con naturalidad y cuidado, sin innecesarios alardes metaliterarios”- y escritores como Diego Zúñiga. En ella pone en escena, precisamente, a un grupo de inútiles, o de “incompetentes”, como anuncia el título.

¿A qué escritores se siente cercana? Nunca lo ha pensado, dice -“supongo que porque aún no logro pensar en mí como ‘escritora'”-, pero sí tiene claro que admira a Alejandro Zambra -“mucho, mucho”-, a Diego Zúñiga, Juan Pablo Roncone, Daniel Villalobos -“su libro ‘Sur’ me gustó un montón”-. “También a León Álamos, que hace poco publicó un libro de cuentos llamado ‘Discocamping'”. Además de las letras de cantautores como Alex Anwandter y Milton Mahan.

Sin compromisos

A pesar de que “Incompetentes” está situado en una toma, lo que rige a los estudiantes es el desinterés: por las asambleas, por el futuro, por la comida que se preparan. La narradora y protagonista es Laura, quien nos habla de ella, de sus compañeros y de un día a día ajeno a toda épica o entusiasmo; ajeno, también, a toda presencia adulta.

¿Qué es lo que provoca esa desafección? “En realidad, la toma de los niños del libro no tiene nada que ver con compromisos políticos”, explica Gutiérrez. “El colegio es uno de esos que recibe a los expulsados de otros y los protagonistas no están interesados en hacer valer ningún derecho, solo se aprovecharon del pánico, de que otros alumnos, en otros colegios, lo estaban haciendo. Querían un lugar para esconderse del resto, nada más, y las ganas de ocultarse vienen de que nadie los tome en cuenta. Si nadie te quiere aceptar en un club, con el tiempo puedes generar cierto orgullo marginal y no querer ver a sus miembros nunca más. Eso es”.

Unas palabras de Laura definen, quizá, la atmósfera: “Al final, y por mucho que uno se queje, se abraza la miseria como se abraza cualquier cosa en la que hayamos sido criados: por la fuerza de la costumbre”. Una visión que Gutiérrez no comparte “para nada”. “Sí creo que es difícil desasirse de cosas con las que te machacaron desde niño -a eso se refería el fragmento, a la manera en que te educaron- y que desaprender es un proceso bastante largo y difícil”.

– ¿Qué deberían desaprender los personajes de tu novela?

“Bueno, son varios personajes. Son distintos. En general, estaría bueno que supieran que el colegio da lo mismo y que sacarse malas notas no dice nada de ellos más que el hecho de que no están preocupados por eso. Pero seguro lo saben, por algo se encerraron. Los que no lo saben son sus papás y sus profes”.

“Yo soy rebelde” por Patricia Espinosa en Las Últimas Noticias

A la escasísima producción de ficciones en torno a tomas estudiantiles viene a sumarse este pequeño volumen de Constanza Gutiérrez. Incompetentes , primera novela de la autora, es una alegoría en torno al choque generacional donde los padres son la norma y los hijos la desviación, siendo imposible encontrar algún punto de encuentro entre ambos. Pesea a sus errores, el relato contiene una interesante crítica a los hijos de ciertos sectores burgueses de izquierda que consigue borronear un poco la actitud moralizante en la que suele recalar Gutiérrez.

Mediante el ya manido recurso del fragmento, Laura, la narradora, da cuenta de la vida de diez adolescentes “afortunados y flojos” que se toman el colegio que aborrecen para convertirlo en una suerte de casa okupa. El grupo se instala en su decadente colegio particular, especializado en recibir alumnos expulsados de diversos establecimientos debido a su condición conflictiva. En una obvia concordancia con su perfil de alumnos disfuncionales, la comunidad no genera normas de convivencia, ni un líder, ni división de labores o ideas sobre cómo alimentarse o conseguir dinero. Tampoco les preocupa la policía, que no aparece por ningún lado, ni siquiera como amenaza.

Los jóvenes están casi desconectados de afuera, al colegio le cortaron internet tras de la toma y parecen desconocer la existencia de celulares. Su único trato con el exterior es a través de un grupo de serviles punks, que los proveen de algunas mínimas cosas. La ausencia de preocupación material, organizativa y defensiva, que raya en lo inverosímil, sólo se justifica como una forma de reforzar la simple propuesta alegórica que el relato construye; es decir, esta toma no tiene un trasfondo político-social, sino que es apenas el escenario para representar un conflicto entre adolescentes y padres.

El volumen carece de tensión y de progresión, el tiempo que parece detenido, al igual que las trayectorias de cada personaje. Desde que se instalan en el colegio, cada uno asume que afuera reina el caos y que están aislados. Es frecuente que la protagonista, asumiendo la voz grupal, acuse discriminación social por su pertenencia a un “colegios para echados”. Sentirse víctimas es una constante en estos jóvenes burgueses hastiados de todo, que responsabilizan de su estado a sus padres, quienes les exigían logros escolares y planes de futuro profesional.

La candidez de estos planteamientos sólo es contrapesada por una suerte de crítica social que permite ver que la no pertenencia familiar y social de este colectivo es relativa: “Lo cierto es que, muy en el fondo, existe algún resabio de orgullo. Prefiero mi educación de izquierda a su educación de derecha, prefiero el orden relajado que su estricto pasado de uniforme impecable”. Los adolescentes tienen bastante claro su origen, su pertenencia a un colectivo mayor, ya no colegial, sino de clase, que enorgullece y hace que siempre haya un sitio al cual regresar tras jugar a ser rebelde.

Incompetentes no profundiza en las diferencias de los personajes. Todos resultan tristemente iguales, homogéneos en su condición de cuicos loser y melancólicos. La alegoría que construye Gutiérrez es débil y básica, al igual que su estilo de escritura, que sólo contiene pequeños aciertos, como la presencia de algunas imágenes poéticas respecto a la luz, los espacios y las rutinas del ocio. Donde no hay vuelta atrás es en la construcción de personajes víctimas, que parecen mendigar lástima, porque sus padres no los entienden. Tesis para tercero medio, con suerte.

Incompetentes

Constanza Gutiérrez

La Pollera, 2014, 72 páginas.